miércoles, 4 de febrero de 2015

Cómplices



Me has dicho un par de palabras al oído, con la reacción que sabes que me producen tus palabras. Me miras pensativo y adivino. Adivino porque sé leer en tu mirada, porque ambos nos conocemos y reconocemos. Porque aún entre la gente somos capaces de comunicarnos y me miras de soslayo y siento mi boca sonreír y noto como te gusta mirarla. Podemos pasar horas enteras hablando, nos puede sorprender la luna murmurando y las estrellas oír nuestras risas. Podemos hablar de un libro, podemos criticarlo, hablar de su autor o autora y sacarle jugo. No podemos fingir, ya no hay ni vergüenza, podemos estar desnudos y sin pudor leernos relatos, versionar poemas olvidados… carcajear en la madrugada e incluso ver asomar la mañana y estar ahí dormidos, en estado de laxitud absoluta.


Podemos estar vestidos y desnudarnos con la mirada, podemos enfadarnos y besarnos con los ojos. Puedo sentirme la mujer más fea del universo que si me miras, me veo hermosa. Puedo ser torpe en las tareas del hogar y ahí estás para corregirlas. Se me quema un caldero y lo tiras y compras otro. Pasamos la vida ensimismados y aún me preguntas cómo. Somos cómplices absolutos, y nos entendemos. Conoces mis silencios y yo los tuyos. Sabes de mis inquietudes y yo tus temores. Me tranquilizas cuando me acelero y me serenas cuando me muero. Somos cómplices absolutos y eso, amor, no hay final que lo rompa.

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