martes, 24 de febrero de 2015

El timple



Se oía el plañir de un timple, mientras la tarde iba llegando a su fin, y el dulce sonido que llegaba a través de la ventana, anidaba en el corazón trayendo consigo un aroma de nostalgia.
La nostalgia se pegaba a la piel como el recuerdo en el alma. No había manera de quitarla de encima. El sopor que acompaña la inminente oscuridad le confería a la tristeza más tristeza. Rodaba una lágrima quizás sin percibirla. La soledad golpeaba con la musiquilla en la boca del estómago y entonces la echó de menos como nunca antes lo había lo hecho. Su amor se fue por la puerta y la apatía, la ambigua existencia, entraron por la rendija de una ventana. Entonces cayeron a borbotones las lágrimas y el desahogo acompañó la melodía de las cuerdas que arrancaban sin piedad el sonido a la madera. Ahora entendió aquella frase que decía que duele en lo más profundo cuando alguien pronuncia tu nombre por última vez. Ella se fue para siempre, la soledad golpeaba fuerte en la boca del estómago, los vecinos no la volverían a oír cantar a través de las paredes de la casa, nadie en el mundo volvería a escuchar su voz... y ahora una triste malagueña resonaba en su corazón y el ancestral instrumento daba los últimos acordes que temblaban como su mano al decir adiós..

2 comentarios:

  1. Magnifico texto que te captura en el sentir de saberse canario y vibrar con todo tu ser por la sensibilidad de tu elegía.

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    1. Gracias mi niño, te respondí el comentario pero creo que los duendes informáticos me la jugaron.. jajajaja. Un saludo

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