No sé cómo empezar esta crónica, de hecho me
ha costado varios días poder hacerla, porque se mezclan en ella emociones y
varias anécdotas. Hace casi cuatro meses que mi padre se sometió a una
operación muy grave y difícil. No voy a hablar de ella, ni siquiera del
hospital para el que tanto mi familia como yo tenemos más que palabras de
agradecimiento, pues el trato fue de lo más humano, profesional y cercano. Pero
sí diré que fue un hospital privado, con un equipo médico pionero en este campo
con el que por suerte pudimos contar.
A los pocos días de regresar de Tenerife,
después de mes y medio hospitalizado en ese centro privado, mi padre se sintió
mal y fuimos al servicio de urgencias del
Hospital Insular. He de confesar que en este hospital le operaron tres
veces de un cáncer de vejiga, recibió quimio y le trataron con la mayor
profesionalidad del mundo. Siempre hemos confiado en la sanidad pública, pues
hay profesionales estupendos y tiene muchos más recursos que la privada. De
hecho casi paralelo a la enfermedad de mi padre, tuvimos una tía mayor
ingresada muchos meses, y en dos ocasiones hubo de ser remitida de urgencias
desde dos clínicas concertadas por no tener los medios necesarios para
atenderla. Y mi hermana mayor hubo de ser intervenida tres veces de una triple
rotura muy grave del pie… Por tanto, el Hospital Insular ha sido para nosotros
como una segunda casa, haciendo relaciones personales y confiando plenamente en
sus profesionales. Ahora bien, sin detenerme en exceso en la experiencia que hemos
vivido, sí que puedo asegurar y ante quien sea que el hospital se ha ido
deteriorando de golpe… que los recortes en sanidad y recursos han hecho que en
menos de un año el servicio de urgencias y la hospitalización se hayan
convertido en un caos tremendo.
Llegamos con mi padre al servicio de
urgencias sobre las 11.00 de la mañana, con casi 80 años, recién operado, con
varias patologías a cual más grave y no nos dejaron entrar con él a los bóxer.
Lo entendimos pues había mucha gente y lo importante es que lo atendieran y no
acompañarlo en el trance. A las dos horas nos dicen que está muy débil, que
tiene mucha anemia y que le siguen haciendo pruebas pero que es muy probable
que lo dejen ingresado. Así sin más explicaciones. Al cabo de un par de horas más,
con la sala de espera llena de gente, familiares desesperados, cierran la
ventanilla de atención al público, con
lo cual la desesperación iba en aumento. La abren sobre las 18.00 horas y
anuncian que dejarán entrar a visitar a los familiares pero quienes quieran
hablar con los médicos deberán elegir entre ver a su enfermo o pasar consulta.
Me pareció tremendo, pero como mi padre tiene la cabeza en su sitio preferimos
verle y que nos contara él que le habían dicho los médicos. No sabía más que
nosotros, que le habían hecho varias pruebas, que estaba todo bien pero que le
comentaron que lo iban ingresar en planta pero no había cama y había que
esperar, que no tenía claro si iba a cardio o a medicina interna.
Cerca de las 21.00 horas le suben a planta de
cardiología. Nadie sabe nada, las enfermeras no saben nada. Nos dicen que es de
medicina interna (planta 8) pero que al no haber cama le han subido a la de
cardio que es la 10 y ellas no tenían idea. Que vendría un médico de guardia
esa misma noche.
Yo me quedé con él, en un sillón destartalado
que nunca fue cómodo pero que al menos no es una silla. Su cama estaba rota,
los mandos del tren de subida y bajada atados con vendas y esparadrapos
blancos… la mesa tan rota que temía rozarme con ella y hacerme daño, no exagero
pueden verlo en las fotos que adjunto.
Mesa abatible. |
Efectivamente vino un médico chino, yo diría
que rondando las 12 de la noche. Y cuando digo médico chino no es una broma,
era un joven asiático que no tenía ni idea qué le pasaba a mi padre y me
explicó que lo habían subido de urgencias sin ningún tipo de informe que no
tenían idea qué medicación le habían dado y cuál no… pero que lo encontraba
bien y con sus constantes vitales recuperadas. Me explicó que él no era su
médico y que por la mañana se le asignaría
un internista.
Mesa abatible de la cama. |
Así fue por la mañana alrededor de las 10.00
llegó una chica estupenda, gallega, amable, jovial, entusiasta que se sentó con
él y de tú a tú le fue preguntando todas sus cosas y le dijo que iba a ser su
médica mientras estuviera ingresado. Lo exploró al igual que el médico de
guardia en planta. Dijo que estaba estupendo pero que aún tenía algo de edema
en los pies y que prefería tenerlo un par de días inyectando diuréticos. El
trato profesional exquisito, no puedo decir lo contrario, además mi padre se
deja querer y mimar porque jamás pierde la sonrisa, las bromas el buen humor…
Al día siguiente volví a estar con él por la mañana cuando vino la médico… y le
dijo lo mismo que estaba estupendo y que un día más de control. Al cuarto día
vino y nos dijo que le iba a dar el alta y nos preguntó si sabíamos por qué lo
habían hospitalizado. Le dijimos que no, que aún no teníamos nada claro.
Entonces nos dijo que a raíz de uno de sus problemas coronarios se le produjo
un edema pulmonar, pero que ya tenía limpios los pulmones y había respondido
muy bien al tratamiento, tenía buen color, mejor cara… y le explicó que su
dolor de pecho inicial por el que se quejaba no fue de corazón, pero que sí le
detectaron el edema, con lo cual haber acudido a urgencias fue una suerte.
Luego leí en el informe que había sido un fallo renal agudo, claro algo casi
lógico de pensar, pero cuando ya una está fuera. Yo aproveché para preguntarle
si le iba a indicar en la pauta toda su medicación, dispensada tras la
operación de aorta y supervisada por su cardiólogo. A lo que respondió que sí
que ella no iba a cambiar nada sino aumentar la dosis de diuréticos. Entonces
le pregunté por qué no le habían dado su medicación estos días y simplemente me
respondió “porque aquí no la tenemos, pero no pasa nada por un par de días”. Me
quedé estupefacta y le dije que por qué no nos lo dijeron que la podíamos haber
llevado nosotros, que ante sus indicaciones no le dábamos ningún fármaco. Bueno
no me respondió, sino que no era importante. Me quedé muy enfadada pensando que
con su anemia y todas las pérdidas de iones con la operación necesitaba el
cargamento de hierro, potasio, sodio y todo lo demás, aparte de su medicación
de la tensión, vitaminas, colesterol etc. Etc…y que no entendía nada. Nos dijo
que traería el alta después de las tres de la tarde. Nos organizamos para su
traslado y como no necesitábamos ambulancia, pues no la solicitamos y él relativamente
contento por irse a casa, porque se siente seguro en los hospitales. Le dijimos
al enfermero responsable de planta que si le quitaba la vía y le dijo que sí,
que se la quitaba “luego”. El luego fue que después de recibir el alta, recoger
su bolsa de equipaje e intentar atravesar con él, el pasillo, bajar ascensores
desde la planta 12 que tardan una eternidad más el nuevo pasillo de la entrada
hasta la puerta de la calle, con su debilidad y patologías… se me asfixió.
Esperábamos porque nos venían a recoger en coche así que como los bancos
estaban todos ocupados por enfermos que salen a fumar, le pidió a un chico de la Once si le dejaba sentarse
en su silla y el chico se la ofreció de buen grado y mi padre aprovechó para
comprarle un cupón… entonces le vi el brazo… y maldije al enfermero y sus
despistes: tenía la vía puesta. Entramos en el hospital explicando la situación
y nos dijeron que había que volver a subir a la planta, que nadie podía venir a
quitársela allí. Yo pensé para mis adentros “¿cómo subo de nuevo con este
hombre, encima ya venían a recogernos y allí no hay dónde parar?” pedí una
silla de ruedas y gracias a eso, pudimos regresar a la planta y pedir a la
primera enfermera que vimos que le quitara la vía. Y lo hizo, pero ni siquiera
comprobó de qué habitación era, si en verdad tenía el alta… vamos que comprobé
que cualquiera puede irse del hospital así como así… una persona mayor que en
su caso tiene cabeza, pero y ¿si no la tuviera? Tengo claro que un hospital no
es una cárcel, que no es un recinto dónde uno tenga que estar internado
obligatoriamente sino bajo orden judicial, pero de ahí a ese descontrol…
Mando de la cama, en una planta supuestamente de cardiología. |
Triste, me siento muy triste… porque ese
deterioro en menos de un año… la cafetería mal atendida, comida de mala
calidad, un servicio de limpieza general que nada tiene que ver con el de
antes… claro otra empresa, seguramente más económica y con menos personal… de
hecho la papelera de la habitación estuvo dos días sin vaciarse… El pasillo a las 06.00 de la mañana parecía el
metro de china… un escándalo, la señora de limpieza a gritos, incluidas
palabrotas; médicos que hablan de sus viajes con representantes de
laboratorios, el camino de Santiago, la Selva Negra alemana; personal femenino
que cuenta sus problemas familiares y de pareja sin reparo alguno (desde la
habitación no veía quiénes eran, pero se oía todo)… Carros llenos de trastos durante todo el día, eso sí apilados a un lado, supongo que porque al ser la planta de cardiología tener que salir corriendo con el carro de paradas supondría tener que hacer atletismo.
Pasillos llenos de carros durante todo el día. |
Papeleras sin vaciar de las habitaciones. |
Además de poder contar la odisea de que una
de las veces que bajé a la cafetería aproveché para ir al servicio de la planta
baja (ya me conozco casi todo el hospital), éste tiene tres servicios dentro,
uno de puertas cerradas, otro tan sucio y mal oliente que otra señora y yo
esperamos a que se desocupara el que estaba operativo. La señora, mayor,
bastante mayor, entró antes que yo… esperé pacientemente porque mi vejiga aún
aguanta. Y de repente se queda encerrada y empieza a desesperarse… yo no podía
abrir, la tranquilicé y expliqué que iba a buscar ayuda. Fui hasta la entrada y
llamaron a servicios técnicos, comentando entre ellos que no era la primera vez
que ocurría. Una celadora vino conmigo y le expliqué que yo no era acompañante
de la señora que iba sola y que si yo no llego a estar allí a saber la pobre mujer cuánto tiempo hubiera
estado. La sacó usando una de mis llaves y tuve la precaución de no cerrar la
puerta e intentar orinar lo más rápido posible no sea que llegara el de
servicios técnicos y se metiera por allí para adentro sin respeto alguno,
porque el respeto es otra cosa que se ha perdido con los recursos.
Todo cuanto relato es verídico, como
periodista he aprendido a ser objetiva. Ahora bien, mi opinión sobre la sanidad
pública canaria es que ahora mismo deja mucho que desear… y de la privada (si vas concertada, si vas con tarjeta sanitaria privada es otra cosa), la
atención es tristemente muy diferente. Entonces me planteo ¿Qué coño ha hecho
Paulino Rivero, presidente del Gobierno canario, si nos deja de esta forma, si
la sanidad y la educación, pilares de la sociedad las tiene tan abandonadas?
¿Qué coño hace la Consejera de Sanidad, Brígida Mendoza, médica, que ha pasado
por los servicios de urgencia del Hospital Insular, titular en la privada Perpetuo
Socorro y gerente del Hospital Materno Infantil?...Creo recordar que lleva
desde 2011 en el Gobierno autonómico… y desde luego en estos tres años he
pasado tantas horas de hospitales que puedo asegurar sin engañar a nadie, que
las cosas están cada vez peor. Sé que todos lo sabemos, sé que todos leemos
titulares… pero hay que ser paciente o familiar de paciente con un poco de
agallas y entendederas para que la administración trate con los derechos
propios de quienes se han dejado la vida trabajando para cotizar su Seguridad
Social. Tenemos unos profesionales hiper preparados, médicos cada vez más
jóvenes, hay cardiólogos que podían ser, con poco, hijos míos. Es muy triste
que una madre tenga que amenazar con ponerse en huelga de hambre para que hagan
unas pruebas a su hijo, o con llamar a la policía si no aparece un médico en un
momento de emergencia. Triste… tan triste, que bendigo tener la familia que
tengo, siempre pendiente, y con una formación que nos permite exigir, ponernos
en nuestro sitio, porque lo más triste es ver como toman el pelo a la gente
recurriendo a la falta de recursos para desatender nuestras necesidades. Tengo
una enorme lista de sucesos que podría contar en estos años de enfermedades
familiares, pero sobre todo y por encima de todo, dar las gracias al personal
sanitario, a esas personas que juraron salvar vidas y que se ven abocadas a
trabajar bajo mínimos, profesionales como la copa de un pino que no tienen
apoyo ni recursos de su más inmediata administradora… y qué triste que sea médica
porque si fuera flautista entendería que quisiera adormecer con su música y
quitarnos de en medio como el del cuento con los ratones.
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