Me encontraron perdido en un burdel de Lavapiés, ya nada me importaba… llevaba cuatro días desaparecido, perdido entre la jungla urbana de los que cada día se levantan como un tigre dispuestos a comerse el mundo, y se acuestan como gatitos desconsolados.
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Ella se olía el destino, ella era medio bruja, ella sabía que aquello no era sólo una despedida más… la maté, la maté al no impedir que un simple berrinche pusiera tierra por medio. La maté y ahora todos me recriminan sin saber que ella sabía, que ella dejó aquella carta en la que me perdonaba… ella me perdonó, ella sabía que la amaba de verdad, ella conocía mi alma, sabía que debía ser paciente, que no debía obligarme a nada. Ahora ya es tarde, ahora solo me queda el consuelo de encontrar mi propia muerte y verla esperar serena, confiada. Ella sabía, ella sabía, que la amaba.
Ahora borracho y cochino no pierdo tino, mis piernas de arena me hacen caer una y otra vez. Me clavo las uñas en la carne porque quiero que todo esto sea un mal sueño, pero no, no lo es, no lo es.
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