martes, 8 de julio de 2014

Recuerdos...


Recuerdo la casa de mis abuelos maternos con un enorme patio, patio que además estaba lleno macetas, flores, gatos… mi madre y sus hermanos adoraban los gatos. Era en una casa a pie de calle cerca de la playa de Las Canteras. Las zonas comunes estaban abajo alrededor del enorme patio y las habitaciones estaban en la parte alta a la que se accedía por una larga escalera de madera de color verde, o al menos así la recuerdo yo. La puerta de la calle era de madera robusta, amplia como la de un garaje, aunque luego se entraba por un pequeño acceso que siempre estaba abierto con un gancho. Era una casa de puertas abiertas, recuerdo la gente entrando y saliendo por ella. Mis tías que vivían con mis abuelos, mis padres, algunos vecinos o clientas de mi abuela, porque ella cosía en casa. De ella recuerdo sus manos menudas siempre llena de hilos y de mi bisabuela, o abuela la chica, como llamábamos todos, recuerdo que me hacía carretes de hilos amarrados a trocitos de cartón para jugar con los gatos.

No me gustan los gatos, nunca me han gustado, pero recuerdo ahora días de verano cuando llegábamos de playa embadurnados en crema Nivea, aquella que venía en latas color azul, que mi abuelo disponía un viejo bidón con agua y los gatos se bañaban. Era divertido verlos remojarse y salir engrifados y sacudirse el agua del cuerpo. Todos tenían nombres, nombres que yo no recuerdo, pero mi madre es capaz de enumerarlos uno a uno.
Recuerdo ver siempre en el baño, además de la Nivea, los desodorantes de Tulipán Negro y los jabones de Heno de Pravia… me vienen de vez en cuando esos recuerdos… Recuerdos de cuando llovía y mis hermanos y yo nos escapábamos para saltar bajo la lluvia que caía en el enorme patio… se hacían burbujas de agua al caer y nosotros chiquillos infantes, las queríamos explotar y cantar al mismo tiempo… El patio de mi casa, que llueva que llueva… la chata virigüela… cuando no, oíamos a mi abuela tararear zarzuelas… adoraba el cine y las zarzuelas.
Recuerdo en Navidad a mi abuelo ir al almacén y buscar el Belén, entonces no se ponía árbol, aún no había llegado la moda,… recuerdo que él sacaba las figuritas y las limpiaba con parsimonia y si a alguna le faltaba un pie o un brazo, se los hacía con miga de pan y luego los pintaba…

Recuerdo cuando mis padres iban a buscarnos de noche, después de estar trabajando todo el día y recuerdo como nos bajaban en brazos por aquellas escaleras de madera que crujían. Mi padre era tan grande y tan fuerte…

Yo era la más pequeña entonces de mis hermanos, éramos tres, aunque luego llegaron dos más y me quedé en medio. Siempre jugábamos en el patio… mi madre nos contó una vez como me rompieron la ceja derecha… yo estaba sentada apenas con dos años y ellos empezaron a correr a mi alrededor y de repente gritaron “ahora” y se tiraron los dos encima de mi…claro mi cabeza chocó contra el suelo del patio y empecé a sangrar con el consabido susto de los mayores. A nosotros poco nos importó, al rato volvíamos a jugar. Mi hermano y hermana siempre estaban juntos, yo era más independiente, me gustaba jugar con los juguetes de mi hermano, sus camiones, sus triciclos, las pelotas y siempre estaba pegada a las faldas de mi bisabuela, o perseguía a María. María era parte de la familia, era una chica que mi abuela se trajo de joven a servir con ella a casa, vivía en un dormitorio que había debajo de la escalera. Nos adoraba éramos los primeros nietos, los primeros en formar la tercera generación… al resto creo que nunca llegó a conocerlos. Siempre nos daba caramelos que guardaba en el bolsillo de su delantal. Mi madre siempre le llamaba la atención, porque los llevaba allí con otras cosas que iba guardando y claro los caramelos aquellos no tenían papel, se compraban por céntimos en las tiendas donde aguardaban en grandes botes de cristal. María harta de que mi madre no la dejara disminuyó la frecuencia de darnos caramelos… yo que era novelera y aventurera desde chica me colé una tarde en su habitación, me fui a su mesilla de noche en busca de caramelos y cómo no los vi me tomé unas pastillas blancas que tenía allí mismo en un bote… cuando mi madre me vio, se alarmó tanto… trató de mantener la calma y preguntar a María cuántas pastillas había en el bote y cuántas se había tomado para calcular la cantidad que yo ingerí… María no sabía o no quería responder… mi madre que era enfermera… me hizo un lavado de estómago urgente con agua tibia y aceite de oliva… me hizo vomitar y pudo comprobar las que había tragado. Antes de llevarme a un médico. Las cosas de la vida… es una anécdota que no recuerdo y eso que a veces me vienen retazos de memoria que mis tías y mi madre me dicen cómo es posible que pueda recordar siendo tan chica… de hecho recuerdo una vez que estábamos todo en el comedor, donde había una gran mesa de madera, no recuerdo los detalles, pero sí que era grande, cálido, oscuro quizá por la madera, elemento que más recuerdo. El caso es que en los 60 la luz eléctrica fallaba mucho y mis abuelos tenían lámparas de gas… quinqués con bombonas pequeñas que iban encendiendo cuando fallaba la luz. Siempre me atraía el fuego. Mi madre se enfadaba porque me acercaba demasiado a él y nunca le hacía caso. Mi abuela le dijo un día que no me llamara más la atención y me dejara… claro, en cuanto me salió una llaga no volví a acercarme más… pero bueno, a lo que iba… mi abuelo fue a encender una bombona de gas y esta salió disparada por toda la estancia… recuerdo que la fuerza del gas la impulsó como una bala y mi tía Mari (María del Carmen), me protegió agachando mi cabeza en su regazo… fue algo instintivo, me protegió a mi antes que a ella misma… No pasó nada afortunadamente, pero desde luego agradecimos que la luz eléctrica se estabilizara… recuerdo aquellos interruptores negros, redondos, con una palanca que subía y bajaba… ahora me gustaría tenerlos en casa.

Treinta y tantos años más tarde, mi hijo con algo más de un año tenía la manía de ir a tocar los bombillos y harta de decirle que no lo hiciera, un día lo dejé como hizo mi madre conmigo… por supuesto se quemó y aprendió la lección. Cuando tenía 15 ó 16 meses, estando en el sótano de mi casa donde había puesto trampas para cucarachas, se llevó una a la boca y en cuestión de minutos ya estaba mi madre diciéndome que corriera con él al Materno donde le hicieron lavado de estómago y le tuvieron ingresado en observación varias horas.

Recuerdo ahora todo eso, porque me vienen de vez en cuando recuerdos...


2 comentarios:

  1. De los recuerdo se extraen lecciones mucha veces, otras simplemente sirven para como caricias del alma.

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    1. Gracias Alejandra, estoy 100% de acuerdo contigo... besitos

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