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Éramos las chicas del coro. Por fin habíamos logrado que aquel desaprensivo de nuestro representante nos sacara de París... Nos prometió una gira, llevarnos a Londres, Berlín, Madrid... nadie nos dijo que aquel sería el final del trayecto. Era la primavera del 40... había empezado la guerra y nosotras ajenas sólo queríamos cantar, ver mundo... salir de aquella ciudad sitiada de sueños... sueños rotos, sueños estúpidos... y nunca llegamos a salir realmente de la ciudad de las luces, de la ciudad del amor... Maldita nuestra suerte. Ahora queda todo lejano y los tacones sonaron sobre el asfalto antes de entonar la última canción.
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