
Ya nada existe, salvo el temor de volver a coger la mano en la próxima estación, en otro café, levantar otra copa, dejar que el dolor engulla sin compasión.
Los mariachis callaron, no hubo copas rotas, ni ganas de quedarse, ni tristeza que valga la pena como en la canción.
Pero sí estaba escrito que aquella noche perdiera su amor.©
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