viernes, 27 de octubre de 2017

Discretos moratones

No éramos muy amigas pero la vida nos hizo coincidir en un par de ocasiones. Trabajo común y amor por la literatura mantenía el nexo de unión. Ella estaba en proceso de separación y no lo estaba pasando muy bien. No hablaba del tema y yo agradecía su silencio, porque también me unía cierta relación laboral con él. Quedamos a tomar café, hacía mucho calor, me pidió que entráramos en lugar de quedarnos en la terraza y se sentó frente a mí dejando su costado derecho contra la pared. El calor era insufrible. Optó por quitarse la chaqueta y en silencio, sin mirarme se arrimó más a la pared, pero ese rápido movimiento no impidió que viera los moratones, las marcas de unos dedos... Trató de sonreír mientras mis ojos hacían agua y me dijo: "estoy bien, te juro que cuando esto pase escribiré todo, quisiera ayudar a otras mujeres, para que vean que no estamos solas"'.
La admiración que sentía por aquel mito periodístico voló con su orden de alejamiento.


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