miércoles, 22 de noviembre de 2017

La vida

Me quedé mirando la vieja foto que tenía mi abuela guardada en una lata de cola cao, de esas que ahora llaman vintage'y que teníamos a pares en las casas. Arriamos vela como quien busca la bocanada de oxígeno cuando sale del fondo del mar.
En verdad éramos niños, pero ninguno quería admitirlo. Mi padre estaba todo el día con los camellos yendo y viniendo a la ruta de la Montaña del Fuego. El de ustedes apenas venía por Lanzarote, los dejaba aquí de vacaciones con tu madre y él iba y venía de Gran Canaria. Vaya tres… Andrés fue Campeón del Mundo de windsurf, años más tarde. Tú, Miguel, hiciste ingeniería naval y construyes barcos en Holanda. Yo me quedé aquí, y sigo con mis camellos, arriba y abajo. Nunca salí de la isla como quería. Apenas un par de viajes a Tenerife y Fuerteventura a ver a Andrés cuando volaba en su tabla. Y ahora son ellos, nuestros hijos, los tres mosqueteros, pero con mi hija Isabel, no he tenido varones, pero es tan intrépida como nosotros juntos. Ella hará carrera, los camellos ya no le darán de comer.

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