sábado, 4 de noviembre de 2017

Plenilunio

Los amuletos estuvieron de remojo en la palangana con sal gorda, sal consagrada a la luna la última noche de San Juan. Ahora en plenilunio, era el momento adecuado. La luna era propicia y el agua ya hervía en la marmita; empezó a echar los ingredientes para el hechizo, no tenía prisa. Removía mientras iba vaciando aquella botella de borgoña reservada para la ocasión. Recordó las palabras que escribió en la servilleta cuando terminó su café: "Crees que no lloro porque no lo ves. Pero la lluvia también cae en otras partes del mundo. Lloverá incluso cuando deje de llover." 

Le amó profundamente, insistió durante un tiempo hasta que comprendió que debía darse por vencida. Era noche de brujas, viernes, y aún dudó unos segundos antes de hacerlo. Ese era el conjuro del adiós. Debía pronunciar las palabras adecuadas, quemar su foto y dejar que el ritual hiciera efecto... sacó y secó sus amuletos. Estaba algo torpe, casi vencida por el vino. Últimos minutos empezó la cuenta como en fin de año... y ¡mierda!, justo cuando iba a pronunciar doce, cuando las agujas del reloj marcaban la media noche, sonó el teléfono, del susto tiró el recipiente y la pantalla del móvil parpadeaba con su nombre...©

Publicado en el Club de los Retos de Dácil.

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