Hay cosas que nunca cambiarán y es triste pensar en ello, en
el año 1991, en enero, me fui con mi amigo Raúl a la manifestación contra la
participación de España en la Guerra del Golfo, un mes y 12 años más tarde fui a otra manifestación aquí en Las Palmas,
en contra de eso mismo. Recuerdo la madrugada del 17 de enero del 91 pegada al
televisor y temblando con la posibilidad de aquella guerra, guerra que no
existió y que nos emitió la cadena norteamericana CNN, casualmente la única que
pudo quedarse en Irak. Ahora a vueltas de lo mismo, una década más tarde y en
nombre de Dios y para salvar al mundo de los malos musulmanes, terroristas y
demás calificativos injustificables... los americanos estaban allí, lanzaban
octavillas a la población civil avisándoles de las consecuencias de la guerra,
hablaban de “guerra bacteriológica”, y a
una le cuesta creer que eso exista, que el ser humano sea tan estúpido
como para desarrollar aquellos virus por los que tanto luchó y exterminó. Será
mejor que vuelva a evadirme en mis recuerdos, esos de los que tengo tanta
necesidad de rememorar. Sin embargo, no quisiera dejar de lado mi presente,
acecha el medio siglo, llevo quince años casada, tengo un hijo de casi catorce
y más de dos años buscándome la vida como autónoma… han pasado la friolera de casi
30 años después de que empezara a estudiar periodismo y el destino me llevara
hasta la calle Francisco Silvela, allí entre las calles Juan Bravo y Montesa,
frente a la Avenida de los Toreros, aquella calle inmensa, tan grande como
nuestra Avenida Marítima... desde aquel tercero G donde contemplé el mundo,
aquél mundo parcial ...
Se me agolpan las ganas de escribir, las anécdotas que contar
y debo dosificar mis fuerzas porque mi mente va más rápido que mis manos, y
porque pensar no ocupa tiempo, pero escribir precisa de espacio, tiempo,
lugar...
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