Ayer
iba en la guagua y me quedé mirando una joven pareja que iba sentada frente a
mí. Jóvenes estudiantes seguramente de algún instituto cercano. Me acordé de
mis padres, porque mi padre siempre tuvo la manía de poner el brazo por encima
de mi madre en su asiento, como queriendo decir “ésta es mía”, supongo que una
medida de protección paternalista, y esta pareja iba así. No quería resultar una
cotilla, pero no podía dejar de mirar y darme cierta envidia recordar aquellos
días de instituto, aquellos días donde una mirada o una sonrisa eran un mundo…
rememorando vi como el chico quitaba la mano de respaldo del asiento y se
cogían de la mano… Naturalidad, amor, comienzos de un futuro incierto, guapos,
vestidos a la moda y con sus mochilas llenas de trazos, firmas… Me pareció tan
romántico… yo les miraba como digo con una pizca de envidia… pero cuando me di
cuenta vi que otras personas les miraban de soslayo, incluso un señor mayor
soltó un bufido de esos que parecen taladrar el tímpano sin que apenas lo oigas…
No les miraban de la misma forma que yo, mientras yo veía el amor primero, ese
que se recuerda siempre, había miradas recriminatorias, miradas algunas de
asombro… eran dos chicos.
Sigo sin
entender que la gente no comprenda el amor entre seres del mismo sexo, porque
era tan bonito mirarles, eran dos personajes de película de love story, a cuál
más guapo, a cuál más enamorado…
Para
colmo leo hoy con tristeza cómo afecta a los jóvenes la homosexualidad en las
aulas, cómo sigue existiendo mucho armario en las escuelas. Espero y deseo de
todo corazón que esto termine de normalizarse, que todo ser humano pueda
demostrar el cariño que siente por otro ser humano libremente, que no tenga que
esconder sus caricias, sus besos de medio lado en público, esos que todos hemos
dado alguna vez en la adolescencia, esos que te ponen la carne de gallina en el
corazón y las mejillas tan rojas como la misma sangre…
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