Dicen del olfato que es el único
receptor sensorial que está directamente conectado con nuestras emociones y
memoria. Por lo tanto, si estimulamos el olfato, podemos trabajar conscientemente
con las emociones, sentimientos, no en vano la publicidad ya está usando esta
poderosa arma para llegar a los diferentes públicos.
A mí las ciruelas maduras me
recuerdan a mi abuela, a aquellas tardes en las que se sentaba en la cocina a
pelarlas y luego las cocía lentamente para hacer mermelada y mis hermanos y yo
esperábamos ansiosos para poderla probar… me trae a la memoria aquellos otoños
infantiles de sábados de octubre a media tarde, justo cuando las ciruelas
empiezan a madurar pues ya se va la época de comerlas. Las ciruelas amarillas,
el azúcar, un vecino de nuestra edad que hacía todo cuanto le pedía con tal de
que le llevara un poco de la mermelada de abuela… y ahora recuerdo cómo abusaba
de él. Era grande y fuerte, el típico glotón que sin ser gordo todos temíamos
su fuerza, y yo tenía poder sobre él, le compraba con la mermelada de ciruelas
casera hecha a fuego lento y cuchara de madera.
El olor del mar es algo que
también tengo bien presente en mis pituitarias… a veces en Madrid si me
asaltaba la nostalgia era capaz de recordar el olor a brea, el olor del mar tan
lejano, incluso podía rememorar el mal olor de la avenida marítima y sus
colectores.
Ya no digo cuando a veces huelo
un perfume conocido o queda en el aire el aroma de alguien querido que ya no
está presente. Volviendo a la abuela, de ella recuerdo el olor del Tulipán
negro, de la crema nivea y como guardaba las latas para darles otros usos.
Abuela guardaba cupones, guardaba peladillas que nos daba en febrero o turrones
en abril… recuerdo sus sopas de puchero, sus lentejas… jamás he vuelto a comerlas
igual aunque las de mi madre se parezcan… recuerdo el olor del café recién
hecho a media tarde y los vasitos de duralex que nos ponía cuando fuimos
creciendo…
Supongo que todas las personas
que hemos disfrutado de las abuelas y los abuelos podemos recordarles por sus
olores, por sus discursos, por su forma de vestir… mi abuela era siempre tan
risueña, con el bolso preparado porque si la invitaban a salir siempre estaba
dispuesta. Recuerdo sus vivos ojillos azules y como se fueron apagando cuando
murió el abuelo… le sobrevino cinco años, cinco años de luto, casi siempre la
recuerdo de negro. Perdió cuatro hijos, de ellos solo conocí al que fue mi
padrino y que se mató en accidente de tráfico a los 20 años cuando yo apenas
tenía 3. Ella se fue cuando tenía 13 años y aun a veces me parece verla en la
que fue su casa, sentada en lado izquierdo del sillón, oyendo la radio, viendo
la tele y remendando alguna pieza de ropa pues su profesión de costurera
siempre la acompaño.
Adoro los botones, me encantan los hilos de colores porque
ella tenía tantos… mi madre ha heredado esa manía de guardar botones, cremalleras
e hilos. Yo no sé coser, es más, ni siquiera me gusta hacerlo, pero me encanta
ver una buena cesta de costura ordenada, sus tijeras y agujas… tengo cajas
viejas de caramelos y bombones ingleses llenas de sus hilos y me encanta el
olor de la mermelada de ciruela, porque me recuerda tanto a mi abuela.
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