lunes, 20 de enero de 2014

Ver desde el corazón


Le conocí hace años, más de 15 seguro, porque no había nacido aún mi hijo. Procedía de Liberia, negro, negro como la noche, pero con una sonrisa tan blanca que iluminaba cualquier estancia donde él estuviera. Alegre, tímido, apenas hacía ruido al caminar, solía hablar con él todos los días. Nos cogimos aprecio de verdad… él oía todo, lo veía todo, era una fuente de sabiduría increíble… contaba anécdotas de su vida y reía con esa amplia y limpia sonrisa. Tuvo que ser un joven muy atractivo, yo le conocí ya con cierta edad, aunque creo que nunca ha sabido nadie qué edad tiene, su piel apenas envejece o ha hecho un pacto con sus dioses porque la verdad es que se conserva fenomenal, al menos las últimas veces que lo he visto en alguna manifestación sobre todo en defensa de los derechos humanos.

Me contaba historias de su pueblo, de cómo tras el golpe de estado de 1980 el país se convirtió en un estado inhabitable, con un jefe de estado autoritario y cómo, unos pocos años más tarde en 1985, un nuevo intento de golpe de estado acabó con más de 2.000 civiles, entre ellos, toda su familia. Los acontecimientos dieron lugar a dos guerras civiles posteriores en las que fallecieron más de 200.000 personas. Él ya estaba en Las Palmas de Gran Canaria, vino de polizón, sin pasaporte, sin papeles ni nada… una asociación católica se hizo cargo de él y él creyó en Jesús sin dejar de creer en sus dioses. Recuerdo una tarde hablando con él que le comenté que estaba embarazada, y me sonrió diciendo, que ya lo sabía, que iba a tener un varón, que nacería un martes y que todo iba a ir bien. Estaba tan contento, me decía que en su país se les ponía el nombre a los niños según el día de nacimiento de la semana, y que el martes era un gran día para nacer… De esas cosas de la vida que una olvida, no le di mucha importancia… mi embarazo fue muy complicado, y a cada control él me decía que todo iba bien. Cuando nos anunciaron que mi hijo iba a ser un varón, tampoco me acordé que él lo había dicho mucho tiempo antes. Me puse de parto un lunes de madrugada y cuándo mi hijo estaba naciendo, grité: es martes, hoy es martes… la comadrona no entendía nada hasta que se lo expliqué y todas las personas que había en el paritorio, mi marido incluido se reían. A mí no me hizo gracia, me parecía increíble. Él vio a mi hijo la primera vez con tres meses… luego estuvimos mucho tiempo sin vernos. Me habían dicho que se estaba quedando ciego, me contó una vez que en el agua de los ríos allá en su país existían unos microbios diminutos que al lavarte la cara se introducían en la piel y los ojos… Me enteré también que tuvo un fuerte accidente aquí en el que una viga dio en uno de sus ojos y casi lo pierde. Sea cual sea la verdad el hecho es que está medio ciego, pero donde quiera que me vea, a mi o a mi hijo, nos reconoce y saluda… incluso después de casi una década sin vernos. Siempre pensé que tenía los ojos en el corazón y si alguien duda esta historia, si me pregunta su veracidad, siempre mantendré ese argumento: no es adivino, ve desde el corazón.

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