martes, 10 de marzo de 2015

Vejez y soledad

Su vida encalló como una barca sin mares que surcar…se lo advirtieron todos sus amigos: el pasado siempre regresa a ajustar cuentas. Para ella el tiempo fue la mejor salida, para él fue un navegar sin rumbo. Pescaba a trote y moche, soñaba con sirenas sin darse cuenta que envejecía. La edad no perdona, ni siquiera las neuronas con las que escribir palabras para enamorarlas. 

Se encontró al cabo de los años, solo, perdido, anclado en tierra. Qué triste era la soledad. Ya no podía oír el canto atractivo de las doncellas marinas, no veía la efímera belleza delante de sus ojos porque las cataratas habían hecho mella. En su retina sólo había una imagen. La imagen de aquella mujer que amó, a la que dañó y dejó caer cuando se rompió la red. 

En las frías noches pronuncia su nombre... nombre al que ya no puede colocar puntos suspensivos.

Foto de Carmen Moreno Guedes.

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