sábado, 19 de septiembre de 2015

Por Lola

Hace tiempo quiero contar una historia, una historia de amistad que data desde 1994 y que por circunstancias de la vida el mes que entra hace 8 años que se rompió. No nos bloqueamos ni nada de eso, simplemente, ella se marchó. La conocí ese año, en el 94 en TVE en Canarias, justo cuando se celebraban los 30 años de emisión de esta cadena pública. Era editora de los informativos de tarde y pasamos muchas horas hablando en la cafetería, digo muchas, al sumar todas durante los tres meses que estuve allí, porque el informativo había que hacerlo a diario y algún que otro fin de semana que tocaba guardia. Ser periodista siempre fue una vocación, pero la literatura era mi sueño… ella escribía y lo hacía muy bien. Yo aún soñaba despierta e intercambiamos tanto… ambas prometimos que el día que escribiera mi primer libro me lo presentaría. Me alentaba y apoyaba tanto... confiaba y creía en mí y mis capacidades. Entre tardes de té e intercambios me prestó algunos de sus libros. Me advirtió que eran los únicos que le quedaban, que eran sus ejemplares, pues algunos de sus libros ya estaban descatalogados, ediciones pequeñas de editoriales pequeñas, eso que se llama insularismo…Le prometí cuidarlos como cuido mis libros y devolverlos intactos. Pero como pasan estas cosas… pasaba el tiempo, nos veíamos, nos llamábamos por teléfono… y siempre le decía lo mismo “ay tus libros, te tengo que dar tus libros” y ella respondía, “no te preocupes sé dónde están y sé que están bien cuidados”… así fue pasando la vida… 

En 2007 yo estaba en Tenerife cuando murió, no llegué más que al funeral, abarrotado de gente en la Iglesia del Pino. Pasaron unos años y quise localizar a la familia para devolverles los libros… gracias al Facebock esto fue posible. Mi sorpresa fue mayúscula, cuando le conté a una de sus sobrinas la historia. Me dijo que se lo contaría a su madre y tías y que sí que debíamos quedar. Al cabo de unos días recibí un mensaje en el que me decía que la familia ya lo había hablado y que era una historia tan bonita que habían decidido que me quedara los libros. Se me saltaron las lágrimas, por la emoción de poder seguirlos teniendo en mi biblioteca, por saber que eran los suyos y le tenía un gran aprecio y por la generosidad de su familia conmigo, una morosa a la que cualquier biblioteca pública habría amonestado, como mínimo e incluso retirado el carnet.
Es un relato verídico, tengo autorización para contarlo, porque al fin y al cabo pertenece a su intimidad. El día que presenté mi primer libro, ella no estaba a mi lado físicamente, pero no dejé de nombrarla y recordar aquella promesa interrumpida.


2 comentarios:

  1. Bellísima historia la que cuentas. Además, muy bien escrita. Gracias por compartir estos retazos de tu bien inspirada pluma, Mayte. Es un placer leerte, amiga. Abrazos.

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  2. Gracias Juantobe1 me alegra que te gusten mis historias, esta como te decía absolutamente real, triste pero a la vez tan llena de ternura... yo soy una llorona y reconozco que las lágrimas me salen solas al recordar no sólo mis tardes con Lola en aquella cafetería de la tele, sino la continuidad de nuestra amistad y el trato que me ha dado su familia.

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