En Madrid se celebraba esos días la Conferencia de Paz para Oriente Medio con la asistencia de la mayoría de los líderes políticos del mundo y la ciudad estaba llena de policías que habían venido desde otras comunidades para reforzar en las labores de seguridad. Claudia me metía prisa para coger la guagua e ir hasta tu casa, cuando yo había quedado con Óscar el compañero periodista de Onda Cero, Toledo, con el que tonteaba en casa de Alexandro y Raúl. Una amiga cumplía años y ponían en la tele la película de las Brujas de Eastwick, así que la panda había quedado allí para ver la peli, cenar y celebrar el cumple de Vega, y como Óscar había ido a pasar el puente, quedamos en vernos, sin recordar que Claudia me había comprometido a ir con ella a cenar a tu casa. Llevaba unos meses hablando de ti, que si eras muy guapo, que si te parecías a Miguel Bosé, que si no sé qué… pensé que le gustabas, y al final resultó que algo sí que le molabas… Yo quería ver a Óscar, pues llevábamos un tiempillo intentando fraguar la relación y como sólo le veía los fines de semana... Pero fui a tu casa a regañadientes, recuerdo que llevaba un panty de color turquesa, un jersey de cuello negro y mi chaquetón de piel negro (que creo es lo único que sigo conservando). Compré una botella de rioja en el super y en la guagua (el 61) me iba preguntando qué coño hacía allí con aquella loquilla suiza, que no sabía ni dónde era tu casa y de hecho nos perdimos por Princesa, y todos los polis que veíamos eran foráneos y nadie conocía la calle. Mi idea era cenar y en cuanto pudiera salir corriendo a ver a los demás. Pero cuando abriste la puerta y te vi… me entró un fliquiti por el cuerpo, jamás había sentido, ni he vuelto a sentir aquella sensación… Eso fue al abrir la puerta, pero cuando franqueé la entrada y me encontré con aquella biblioteca llena de libros… muchos de ellos en francés… tuvieron que sacarme a rastras de allí…
No quería irme y tú parecías querer retenerme, por lo que quedamos en un garito que ni recuerdo el nombre cerca de mi casa, sí se llamaba La Quadra, y aparecí convenciendo a Alexandro y Óscar que vinieran conmigo. Allí estabas tú con tu amigo Alberto Medina, por supuesto Claudia e Isabel, pero ellas ya ni me importaban, solo tenía ojos para ti, mi corazón latía para ti. Cuando me presentaste a Alberto dijo “por fin, esto sí que es una mujer” y yo le respondí “y una mujer de bandera”. Luego me debatía entre prestarles atención a ustedes y tener que aguantar a Óscar mosqueado porque no le hacía caso. Ustedes decidieron marcharse cuando yo estaba bailando con Claudia e Isabel. Se acercaron y claro, mi frente es lo que más cerca quedaba de tu boca, soy un tapona a tu lado… y allí me besaste y abrazaste deseando volver a vernos. Qué sensación, era feliz, flotaba por el universo y sabía que había encontrado al hombre de mi vida. (Claro otra cosa es que fuera yo la mujer de la tuya). Ese mismo día ya viernes 1 de noviembre, venía mi amiga María Maestro de Sevilla a pasar el puente con su hermana, pero quedamos que la recogían en mi casa y yo sin dormir… pero no podía, la emoción era tan grande. Le dije a María lo que significaste para mí, ese viernes se quedó en casa y salimos por la noche (otra noche sin dormir, que aguante tenía a base de cafeína y actrón para las jaquecas, je, je). Claudia me sorprendió diciéndome que te había invitado a comer el sábado día 2, festivo también y teníamos la casa pelá, sin nada que cocinar, encima que tenía que hacerlo yo porque ella solo sabía preparar müesli con frutas… Me puse histérica y le dije que te llamara y anulara la comida y quedáramos a tomar café. Te llamé yo misma y lo entendiste, te viniste con nosotras por la tarde y se unieron Raúl, Estela y no sé quién más, para mí solo existías tú. Estuvimos hasta las tantas, Raúl guitarra en mano. Luego nos fuimos al Guacamayo, antiguo bar del Loro en Sainz de Baranda. Yo no te quitaba los ojos de encima, ni tú a mí. Esa panda iba a ir a otro sitio, pero Claudia se empeñó que nos fuéramos a Kiev, que te juro, no sé ni donde está, ojalá tú te acordaras, me he machacado la memoria intentando saber dónde estaba pero no hay manera. Allí sólo fuimos, Raúl, Claudia, tu y yo, creo recordar que no había nadie más, quizá estaba Isabel. Mientras bailaba y no te quitaba ojo, todos parecieron desaparecer y decidí sentarme a tu lado. ¿Lo recuerdas?, para mí como si fuera hoy, te dije “me siento a tu vera” y tú respondiste lo típico: “siempre a la verita mía”. Luego no sé qué dijimos, recuerdo que me dijiste si podías besarme y yo te dije que sí. Me moría por ti, era la mujer más feliz del mundo. Me pediste que me fuera contigo a tu casa y te dije que no. Nunca supe si me creíste o te descojonaste, porque luego todo se sucedió con el llanto de Claudia, acusándome de quitarle al chico que le gustaba y demás ¿te acuerdas? Nos fuimos a mi casa, ella se fue a dormir y tú y yo … bajé a comprar pan para hacerte un bocata de desayuno y nos despedimos acaramelados con una cara de signo de interrogación. Me dijiste aquello de “si antes de unas elecciones se dan 24 horas de reflexión, démonos nosotros 48 y reflexionemos sobre esto”. Pero no te dejé reflexionar, ni lo hice yo. Al día siguiente fui a buscarte al gimnasio Argüelles, me diste un beso en los labios, me cogiste por el hombro y nos fuimos a tu casa. Ahí empecé a perderme en tus verdosos ojos y duró lo que duró.
Ese año, año capicúa y que yo decía iba a ser especial para mí, además de celebrarse la Conferencia de Paz de Madrid, que fue una tentativa por parte de la comunidad internacional de empezar un proceso de paz entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina, Siria, Líbano y Jordania. Ideada por el gobierno de España y auspiciada por Estados Unidos y la URSS, empezó entre el 30 de octubre y terminó el 1 de noviembre de 1991… duró tres días, menos que nuestra relación. Sucedió lo que los metereólogos denominaron La Tormenta Perfecta o Halloween Storm, como fue llamada debido a la fecha, y cuyas pérdidas oscilaron en los cientos de millones de dólares. Así que dos acontecimientos históricos inolvidables para el mundo y uno para nosotros. Han pasado 24 años y aún nos seguimos recordando, aunque jamás fue lo que pudo haber sido, pero fue bonito y siempre nos hemos llevado bien...
Óscar y yo también lo intentamos en un tiempo... pero nunca funcionó y seguimos teniendo una relación cordial y compartiendo la profesión... Nunca hubo antes nadie más importante y después... bueno después sí... pero esa, esa es otra historia que sucedió unos años más tarde, justo después de vernos por última vez... me dejaste en el aeropuerto de Barajas con un beso y el recuerdo de un inolvidable fin de semana, justo en mi cumpleaños aquel 1995.
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