Dichosa manía de guardar los tapones de corcho de las botellas que nos tomábamos juntos. Ponías la fecha y el lugar a cada uno. Los he encontrado hoy en la caja de cedro que dejaste entre tus cosas… empecé a recordar fechas y lugares leyendo cada uno de ellos. Encontré en la caja servilletas con algún texto garabateado, posavasos de lugares que alguna vez visitamos. Pero maldita memoria que no recuerdo de dónde salió este trozo de corcho sin nombre, ni fecha. Este sólo lleva atado un pequeño cordón rojo y está claro que hubo de ser importante para ti o no lo habrías guardado. Pensaré, pensaré… “ah y esto”, exclamé como bobo al ver que era un trozo de piedra volcánica. Esta no era del Timanfaya esta era de aquella vez que fuimos a México y quisiste recorrer algunos de los escenarios que describía Lowry en su libro. Oxaca no se parecía mucho y nos vendieron este pedazo de piedra como si de verdad fuera lava del Popocatépetl. Cualquiera sabe… me pregunto si tal vez este pedazo de corcho fuera de ese viaje. Pero diría que no, porque nos cogimos algunas borracheras de tequila y mezcal… seguro que si estuvieras aquí, con esa memoria que tienes, me harías un relato de cada uno de los sitios donde tomamos esas botellas. Bueno entiendo que cada vez que me tope con recuerdos tuyos me asaltará la nostalgia. Será una excusa para hablarte, ya necesito excusas para poder llegar a ti, juraste olvidarme y así ha sido… quizás quieras estas cosas para inspirarte en alguno de tus próximos libros. ¿Podrá el olvido, olvidar, cuánto una vez nos quisimos?
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