Él le rogó que no se fuera y ella cogió carretera al amanecer. Él sabía que aquello debía durar toda la vida y se la jugó. Le pidió mil perdones pero ya era tarde. Ella le desterró para siempre de su corazón. Juró que no volvería a pronunciar los te quieros y te amo, que no volvería atrás. Ella era dura de pelar… su piel se hizo escurridiza como la de una serpiente siempre a punto de mudar. Tenía mucho amor que dar por el mundo, ese que él dilapidó buscando falsos aplausos a diestro y siniestro. Ya no la podría retener, lo lloró en cada letra en cada acorde que dedicó a otras… ella se bajó de la furgoneta meses atrás, aunque siguiera en ella. Su camino se partió en dos. Compartieron el último pitillo de la madrugada y sin mirar atrás, sin dejar de recordar aquel abrazo del hombre abatido, que amó… miró al frente y orgullosa se empezó a querer.
bastante interesante tu articulo Mayte
ResponderEliminarGraciAS Ana María...
Eliminar