domingo, 5 de junio de 2016

Beso con sabor a mar y bodega

La tarde era dorada lo recuerdo, esa sensación que deja en el cielo el sol cuando empieza a bostezar... Tonos rosados y azules que se reflejaban en el mar que también empezaba a protestar haciendo que la marea emergiera hasta la avenida. No hacía frío pero los cuerpos calientes después de un par de horas de charla y vino, sintieron esa brisa marina que cala hasta los dientes. Yo tirité un poco y pasaste tu brazo sobre mis hombros pegándome a ti. Fue entonces cuando una corriente infinita me puso en alerta... qué peligro tu cuerpo y el mío.
Imagen de la red
Andamos por la playa riendo y hablando como dos adolescentes primerizos... Me invitaste a cenar para resguardarnos del frío. Era un bar de pescadito frito, de calamares y más vino tinto... Se desataron las lenguas coquetas y se dilataron las pupilas... nos dimos un beso con sabor a mar y bodega. Ya supe en ese instante que estaba perdida, y tú conmigo.
La tarde dio paso a la noche y el cielo infinito de agosto lleno de estrellas nos dio cobijo... Tenías una manta en el coche y abrigadita me llevaste en volandas hasta casa de un amigo. Tenían una fiesta y nos unimos a ellos con parranda de guitarras, boleros, isas y algún rockerillo...  Fue la voz quebrada que sacaste al cantarme al oído, tu aliento, tus manos asidas a mi cintura...qué escalofrío...

Tu amigo nos invitó a quedarnos a dormir y no había nada que deseara más en ese instante. Al entrar al dormitorio me rodeaste fuerte en tus brazos, besaste mi boca tan despacito... me hiciste cosquillas en la comisura de los labios y supe que eras mío. Yo temblaba de emoción y de frío cuando quitaste mi ropa e hiciste lo mismo...ya te deseaba tanto... me perdí entre tu boca y tu ombligo... lamiste mis pezones expuestos y gorditos... "te voy a amar" me dijiste y bajaste a mi vagina húmeda que reclamaba tu atención... Infinitos espasmos salían de mi cuerpo mientras gemía bajito... tu lengua y tus dedos hicieron que explotara en tiempo récord, apenas un par de minutos... quise que sintieras lo mismo... di un pícaro masaje a tu pene entre mis pechos, lamí su cabecita golosa y te rendiste a mi entre sollozos inaudibles... Eras realmente mío... oíamos el rumor de las olas y yo quise mecerme en su sonido. Te monté como un potro y dejé que embistieras con fuerza y pasión lo que es tuyo. Era una entrega absoluta y cabalgamos exhaustos, mientras caía la madrugada... explotamos los dos sin alaridos, callados, cómplices... doloridos de besar la piel y el alma, y los sexos colmados de espasmos y espumas que se juntan en la orilla de nuestras vidas. Porque estábamos condenados a conocernos.

Te quedaste dormido y yo con mi insomnio eterno y la emoción del momento, me asomé a la ventana que daba al risco y se olía el mar… las olas arrullaron la canción que emitía mi corazón esa noche que empezó siendo una tarde dorada y acabó una velada romántica de amor y caricias… me volví  a la cama y pegadita a tu pecho me quedé dormida.

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