sábado, 19 de noviembre de 2016

Manual de esposa

Luisa iba como siempre estresada a todas partes, ahora la obligaban a hacer un curso de lenguaje no sexista, y ella no hacía más que pensar en las cosas que debía hacer. Tenía una rueda de prensa que cubrir a las 16.00 horas, “vaya lata, esas horas son de las peores del mundo mundial”, pensaba. Dejó la comida preparada en casa y como siempre llegaría tarde y se encontraría la cocina patas arriba. Tendría que recoger todo y preparar la comida del día siguiente. Además Alfredo tenía clases de Educación Física y debía prepararle la ropa y Paco, “mierda, Paco, Paco tiene partido de fútbol de veteranos y yo en este maldito curso”.
La formadora del Instituto Canario de la Mujer no paraba de hablar: El tratamiento igualitario en el discurso mediático puede contribuir, no solo a visibilizarnos, sino a acelerar el avance hacia la igualdad en muchos otros ámbitos. “Tratamiento del lenguaje para llegar a la igualdad, vaya mierda, la realidad es tener un marido y unos hijos como los que tengo yo, si esta los tuviera, ya sabría lo que es bueno”, pesó Luisa descorazonada y tomando apuntes como una loca, pero deseando que el curso acabara cuanto antes.
Llegó la parte de la publicidad y como siempre es la que más atención recibió de todos los hombres y mujeres que asistían al curso, periodistas de todas las redacciones de prensa, radio y televisión, incluso algún guionista de cine, pero todos conocidos.
Luisa se fue metiendo en la pantalla y olvidó sus quehaceres, las imágenes le devolvían esas publicidades anacrónicas sobre el papel de la mujer en la sociedad, amas de casa desaprovechadas, mujeres que debían servir a sus maridos en las más mínimas tonterías… el manual de la perfecta esposa… jajaja, todos reían, pero la risa era nerviosa. Todos recordaban algunas cosas ni muy lejanas, su abuela debía pedir permiso a su abuelo para trabajar fuera de casa, menos mal que ella no…
El curso tardó más de lo esperado, apenas tuvo tiempo de comer un sándwich frío de la máquina dispensadora de la redacción y un café también de máquina mientras preparaba un par de artículos para el periódico de mañana y “tenía aún la jodida rueda de prensa, correr a la redacción, redactarla, maquetar y terminar su dos páginas de rigor antes de ir a casa”… divagaba.
Llegó a casa exhausta sobre las 23.00 horas y aún tenía que recoger la cocina, poner lavadoras y preparar la comida del día siguiente. Paco dormía a pierna suelta, Ramón veía la tele y Alfredo sentado frente a su portátil parecía que estaba esperando que llegara. La increpó a gritos sobre dónde estaba su ropa de deporte, Ramón se levantó y le dijo que no le había gustado la comida y que se habían pedido pizzas para cenar, qué a ver que les hacía para el día siguiente… Paco con los gritos se despertó y se unió a la sarta de exigencias… que si la ropa, que si la comida…
Luisa se aisló como lo hace en la redacción llena de gente y bullicio, tenía esa asombrosa capacidad de desconectar para poder centrarse en su trabajo, y esta vez la aplicó a su familia… dejó de escucharles. Pensó en el manual de las buenas esposas, cogió la chaqueta, las llaves del bolso y sin decir ni una palabra, se largó.©

2 comentarios:

  1. Menos mal que se largó, a veces se necesita un estímulo para decir basta.
    Me ha gustado la manera en que lo has contado y como ella parece darse cuenta y decir basta.
    Un saludo

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