jueves, 2 de marzo de 2017

Nadie se dio cuenta

Su corazón se rompió en mil pedazos y nadie escuchó el ruido de los cristales al caer. Aprovechando que nadie se dio cuenta barrió con esmero, tratando de no dejar ninguna esquirla, ninguna huella, no hacer ruido... Pero estaba segura de que se darían cuenta, su rostro jamás volvería a ser el mismo, ni su risa, ni su voz, ni si quiera su propia y cotidiana forma de pasar la vida. ¿Pasaría inadvertida ahora entre sus hermanas, sus compañeros de trabajo, su hija? Quizás alguna amiga se daría cuenta, a pesar de tratar desde hace años ser invisible, de intentar no dejar que sus males salieran afuera. Pero, ya no pudo más, el alma estaba hecha añicos, costurones y costurones que cada madrugada zurcía en el silencio de sus lágrimas, puntadas a lo loco y sin tiempo tratando de componer los rotos del día.

Tal vez ahora no aguantará ni un asalto en el rin, "sin corazón podrán conmigo", se dijo. 

Recogió los mil pedazos, las esquirlas, e hizo una bola con ellos... ya no habría hilo que aguantase, ni cola que uniera aquella masa transparente... la puso al baño maría a ver si se licuaba y podría darle alguna forma. Mientras observaba las formas que iban adquiriendo los cristales y salía el humo de la ebullición, dolía... dolía fuerte. Se venían los recuerdos de la juventud pasada, de los años malgastados, de las horas en las aulas universitarias, las amistades lejanas, los primeros trabajos, las salidas, los besos, el chocar de cuerpos y almas... aquello dolía demasiado, un dolor casi inaguantable, peor que el dolor de parto que ahora venía a su mente, el rostro de su madre, él... su amor amado... "no puedo, no puedo", gritó. Nadie se dio cuenta... su perra no paraba de ladrar... dos días y por fin encontraron su cuerpo y cerca del fuego... cristales multicolores, rotos.

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