viernes, 3 de marzo de 2017

Travesías

Se empeñó en llevarme en el submarino, ya le advertí que padecía cierta claustrofobia y que además mareaba en barco. Esto lo sabía bien, porque cuando se empeñó en llevarme en la fragata casi vomito hasta la primera papilla de mi vida. Pero, erre que erre… y estúpida de mí que prometí no volver a hacerle caso y allí estaba, más amarilla que el submarino de la canción, esperando llegar a tierra rodeada de marineros abanicándome como quien espera un indulto. Era imposible explicar esa sensación de ahogo, ese malestar, ese vaivén en el estómago que parecía que se iban a salir las tripas. Mis compañeros no paraban de hablar, el marinero que hacía las veces de guía además propuso un concurso de fotografía y todos como locos sacando fotos por las ventanillas de cuanto veían. 

Yo no veía nada, para mí era como mirar por la pantallita de esas donde hacen las ecografías, todo negro, y algunos puntos más claros. Lo único que quería era que llegáramos a puerto y poder sentarme sobre suelo firme… bueno o al menos no notar esa sensación de baile continúo de mi cerebro… teníamos 16 0 17 años, el mundo por delante, y aquella aventura a él le pareció interesante, pero hoy, casi 30 años después sigo diciendo que fue el amigo más loco que tuve en mi adolescencia, el ser más atrevido del mundo, y más cruel también, porque me sacó fotos con millones de expresiones desde el enfado más absoluto, hasta la extenuación… claro luego nos reímos… Hoy que sigue adorando el mar más que otra cosa en el mundo y que está al frente de su boyante empresa de diseño con motivos náuticos, a veces saca mis fotos, dice el muy cabrón que le sirven de inspiración y me recuerda aquellas travesías en los días que convencía a los profesores para que nos llevaran a celebrar el Día de las Fuerzas Armadas… pero, peor es cuando me llevaba a las fiestas del Carmen a la base naval… recuerdo una en especial que… bueno esa, esa será otra historia que contar.©

No hay comentarios:

Publicar un comentario