sábado, 7 de octubre de 2017

Masaje cardiaco

Se encontraron después de tantos años haciendo cola para ver la exposición más grande de Velázquez en el Prado después del éxito que tuvo la del año 1990. Habían pasado tantos años de distancias y silencios... ella le regaló una de aquellas sonrisas que cortaban la respiración. Él cohibido apenas pudo hablar, ella le murmuró, "tranquilo, es lo que hay". Mientras la veía hablar dicharachera, coqueta, controlando la situación como si no hubiera visto su espectro, le caían los recuerdos como las hojas de un árbol en otoño. Tembló como cuando escuchó los primeros acordes de Nyman en París, los paseos de la mano por los jardines de Versalles, sus ojos reflejados en la Fontana de Trevi, las fotos que le hizo en Brujas, el frío de Boston, el beso bajo el Rockefeller Center, las miradas, furtivas en Amsterdan, el neón nocturno de Tokio, las callejuelas de Santa Cruz, Playa Blanca en verano, aquel recuerdo inmediato ante la imprenta de Guttenberg en Mainz... todos aquellos viajes sin ella, pero con ella en el corazón. Se acercó despacito y le pidió susurrando un abrazo. 

Ella correspondió temblorosa y al sentir como se aceleraba su pulso, no lo pensó... un masaje cardiaco, un grito de angustia y un " ahora, no, ahora no". Cuando llegaron los del Samur, el médico le indicó, "lo has hecho muy bien, no te preocupes, de esta sale". Él la cogió de la mano y ella le respondió, "lo sé, lo sé... siempre llevas un as bajo la manga".

2 comentarios: