miércoles, 31 de enero de 2018

Muerto, muerto para siempre

Siempre pasaba lo mismo, sabía que significaba aquello. Estaba acostumbrada a estas cosas y nunca terminaba de asumir que era su papel. Abrió el sobre y sacó la foto. Ese es el hombre que tenía que matar... joven, de unos treinta años. Dio la vuelta a la foto y encontró todos sus datos. Tenía que desaparecer, a ella no le importaba el motivo. Las causas siempre eran ajenas a su trabajo, se limitaba a cumplir órdenes. Hacía el trabajo que los demás no querían o podían hacer. Nunca más se sabrá de él, morirá de repente… rápido, sin despedidas. No podrá recomponer su vida. A partir de ahora será otro cero a la izquierda y otra muesca en su haber. Hay qué averiguar cosas sobre él primero, cómo se mueve, qué lugares frecuenta, hay que hacer un estudio pormenorizado para hacer el trabajo lo más limpio posible y borrar toda huella. Jamás nadie volverá a saber de él. "¡Qué triste!", pensó, pero quién sabe la de vueltas que da la vida, igual hasta resucita y la busca para pedir cuentas. Pedir cuentas, "es que son tan tontos, no les basta con haber metido la pata, con haber cometido seguramente errores estúpidos en su vida"... igualmente tendrá que apretar el botón y borrar toda huella digital. Su nombre no aparecerá en ninguna red social, nadie podrá identificarle jamás en un chat, en un blog o la visita a una web... a la orden de borrar, sin temblar el pulso... muerto, muerto para siempre o quizá, no.

3 comentarios:

  1. Qué interesante. Un relato donde primero piensas una asesina. Y luego te das cuenta qué es alguien borrando información de alguien quizá para siempre. Quizá no. Me gustó mucho. Saludos

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