domingo, 1 de abril de 2018

Estrellas de verano

Foto propia.

Aquel verano fue el de las estrellas de mar. Causaban furor en la playa, niños y adultos nos acercábamos a contemplarlas. Había quienes las cogían para llevárselas, y nosotros, con ustedes cuatro pequeños, les convencíamos para que las devolvieran al mar que les pertenece. Incluso llevamos un puñado de caramelos para intercambiarlos por los preciados equinodermos. Una belleza infinita invadía las rocas cercanas al caer la tarde y bajar la marea. Un agosto que podría parecer otro cualquiera y sin embargo se nos hizo especial. Reunieron más de 20, incluso les hicieron hasta una casita con piedras y arena. Sonaba un violín desde alguna terraza de la avenida. Los restaurantes ya se preparaban para dar de cenar a los turistas a esas horas en que nosotros aún estábamos chapoteando. Había un joven que tenía entre sus manos el libro de Moby Dick, pero no leía. Estaba distraído viendo como todos aquellos chiquillos, con ustedes incluidos, formaban una escena única e inusual. Nunca habíamos visto tantas estrellas de mar. Desde siempre las busqué y rara vez de pequeña veía casualmente alguna. Pero esto era una cascada de estrellas que se movían entre los lisos. Un espectáculo maravilloso y triste a la vez al pensar qué está pasando con nuestro planeta. ¿Qué demonios hemos hecho con el cambio climático? Era como si los animalitos huyeran de algo, de alguien… de nosotros quizá. Para ustedes cuatro, apenas pasaba de los 12 años el mayor, fue un verano de aventuras, de playa, piscina… recuerdo que hasta hicieron una casa del terror, invitando a todos los niños de la urbanización a entrar a oscuras y haciendo que subieran muertos de miedo a la segunda planta. Fue un verano en el que ustedes acumularon recuerdos, esos que yo de vez en cuando también saco de mis propios pensamientos. 



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