jueves, 5 de abril de 2018

Conexión

Mi abuela siempre guardaba esta foto con cariño. Hace unos años descubrimos que era el hermano gemelo de mi abuelo. Nosotros de niños siempre creíamos que era él. No conocíamos su historia, aunque sí oímos hablar alguna vez del tío abuelo que emigró a América. Eran tan parecidos, ambos eran amantes de la lucha canaria y bregaban juntos en el bote de vela latina: el Santa Catalina. Se llamaba Sebastián, Chano para la familia. Siempre que oíamos hablar del tío de América nos reíamos y pensábamos en ese ricachón que nos iba a dejar una gran herencia. Dejarnos no nos dejó nada. Supimos que murió joven. Gracias a su destreza marítima trabajó en varios empleos náuticos y uno de ellos fue de socorrista. Aquellas aguas no eran como las nuestras, eran más frías y, a merced de los huracanes, había olas que se elevaban más allá de los cuatro metros. Fue en mitad de un rescate cuando le sobrevino el infarto, logró salvar a la persona y arrastrarla a la orilla, pero su órgano vital se paró. Nos contó la abuela que mi abuelo lo presintió, él le dijo ese día “chiquilla a Chano le ha pasado algo, he sentido una punzada en el pecho, es algo que no te puedo explicar, pero lo sé, lo intuyo”. Abuela no le dio importancia y siguió con su costura, sabía que ellos tenían una conexión especial, no en vano tenía dos hijos gemelos, mis tíos los más pequeños, pero ellos varón y hembra, en lugar de dos hombres como gotas de agua. Efectivamente, al día siguiente les llegó la mala noticia, la diferencia horaria y las comunicaciones en esa época no permitían la inmediatez. Su recién estrenada familia americana se hizo cargo de todo. Nunca le conocimos. Lo más curioso de todo es cuando abuela nos hablaba de esa conexión, esa con que la vida volvió a golpearla cuando nuestra tía gemela fue a buscarla una madrugada a su cama y le dijo: “mamá algo le ha pasado a mi hermano, lo presiento, es algo que no te puedo explicar”. Se levantó de la cama como resorte que lleva el diablo y a los pocos minutos tocaba una pareja de guardias civiles en el viejo portón de la casa familiar.

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