Recuerdo ese día sentada en Alonso Martínez. A pesar de todo, lucía cierto rayito de sol y la temperatura era agradable.
Lugar de paso para tanta gente que camina con maletas, con sus abrigos, con móviles en la mano.
Algunos se sentaron como yo, a esperar, a esa hora en la que ya tocaba comer: las dos y media de la tarde.
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Desde mi posición podía ver a la gente que venía de la calle Génova, los que entraban al Burguer King y en la mítica cervecería Santa Bárbara. Fue allí donde tomamos unos pinchos de tortilla y unas cañas. Reímos, lloramos, nos abrazamos... Amigas desde hace tanto, mientras como dice Sabina afuera la vida pasa como un huracán. Ella se fue a recoger a uno de sus hijos, yo me abrigué y me metí en el metro hasta Sol. Caminé por la calle Arenal hasta llegar a la Plaza Mayor. Luces de Navidad, puestos, niños, atracciones familiares... Regresar, regresar a rincones queridos, perderme entre la multitud y volver al metro, para de alguna forma volver a ti.
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