Aquel primer año en Madrid estuvo pues marcado por la
novedad, a mi la carrera me decepcionó un poco, he de confesar que no era lo
que yo creía, supongo que nos pasa a todos, pero yo amaba el periodismo, quería
ser una reportera intrépida y aprender muchas cosas y de repente, encontrarte
con asignaturas como Lengua, Historia... la verdad no se presentaba halagüeño,
pero me encantó Redacción Periodística, y su profesor, Bernardino M. Hernando.
Bernardino me animó a seguir adelante, valoró mi trabajo y me dijo que tenía
las cosas muy claras y no debía darme
por vencida. Me recordó la fuerza que me trasmitió otro profesor que tuve en el
instituto, Fernando Pastora, del que hace un año me enteré que falleció, una
vez que le comenté mis temores a empezar una carrera, entonces me respondió “Mayte
tu tienes un par de pelotas para hacer lo que quieras, y ¡Qué pelotas¡” Esa
frase me acompañó siempre, la seguridad que los demás veían en mi me dio
fuerzas para luchar y tirar siempre adelante, en todos los aspectos de mi vida.
Como dije en verano estuve trabajando y gané mis primeras
pesetas en la vida, me pagaban muy poquito, estaba en calidad de prácticas,
pero me hacía tanta ilusión. Luego fui una idiota porque al año siguiente no
volví y quizá ahí perdí la oportunidad de mi vida de emparentar con Prensa
Canaria, claro que mi sueño era quedarme en Madrid y como también he apuntado,
la inexperiencia, la inmadurez, nos hace perder el norte que los años nos dan.
En septiembre el cambio de quedarme sola en el apartamento, unido al reencuentro con Pepe, dieron a mi vida nuevas ilusiones. Pepe representa en mi vida la lealtad, nos conocemos desde la misma época que conozco a Raúl, es unos tres o cuatro años mayor y por generación era más amigo de mi hermano Vicente, pero con el tiempo nuestra amistad se hizo tan fuerte... Recuerdo que cuando yo estudiaba C.O.U. iba por las mañanas a la oficina de mi padre y le atendía el teléfono, le concertaba citas y en una palabra, me moría de aburrimiento, pero me ayudaba a compensar éticamente al gasto que le iba a suponer mis estudios en Madrid. Pepe entonces había colgado sus estudios de Ingeniería y se preparaba para hacerse como el denomina Funcionario del Estado. El caso es que venía todas las mañanas, salvo alguna excepción, y me hacía compañía, pasábamos la mañana juntos, no recuerdo de qué hablábamos, sé que me enseñó a jugar al ajedrez, que por cierto soy muy mala jugadora, y que se nos pasaban las horas. Cuando se fue a la academia nos escribíamos, y cuando se fue destinado a Álava también mantuvimos correspondencia, pero ese verano, en 1985, se pidió destino a Madrid, y allí estaba.
En septiembre el cambio de quedarme sola en el apartamento, unido al reencuentro con Pepe, dieron a mi vida nuevas ilusiones. Pepe representa en mi vida la lealtad, nos conocemos desde la misma época que conozco a Raúl, es unos tres o cuatro años mayor y por generación era más amigo de mi hermano Vicente, pero con el tiempo nuestra amistad se hizo tan fuerte... Recuerdo que cuando yo estudiaba C.O.U. iba por las mañanas a la oficina de mi padre y le atendía el teléfono, le concertaba citas y en una palabra, me moría de aburrimiento, pero me ayudaba a compensar éticamente al gasto que le iba a suponer mis estudios en Madrid. Pepe entonces había colgado sus estudios de Ingeniería y se preparaba para hacerse como el denomina Funcionario del Estado. El caso es que venía todas las mañanas, salvo alguna excepción, y me hacía compañía, pasábamos la mañana juntos, no recuerdo de qué hablábamos, sé que me enseñó a jugar al ajedrez, que por cierto soy muy mala jugadora, y que se nos pasaban las horas. Cuando se fue a la academia nos escribíamos, y cuando se fue destinado a Álava también mantuvimos correspondencia, pero ese verano, en 1985, se pidió destino a Madrid, y allí estaba.
Pepe tenía llaves de mi casa,
siempre se la ofrecí como suya propia y era mi familia en Madrid, junto a Raúl
y Chita, a quien por cierto alguna vez se los llevé a ambos. Claro que ya no
éramos los niños de antaño, ahora éramos dos adultos (él mas que yo) y
empezamos a compartir otras vivencias. Siempre estuvo también a mi lado, a él
confiaba cosas y manteníamos conversaciones tan privadas y tan nuestras. Pepe
se unía a nuestras veladas jugando a las cartas, con Álvaro, con Ana, Pedro y
Estela. No le gustaba salir de marcha, aunque en la época en que Eva y yo
conocimos al dúo argentino llegó a salir con nosotras en varias ocasiones, pero
sus salidas preferidas son el cine y los conciertos.
Es una persona
superinteligente, tiene una cultura impresionante, puedes hablar con él de
cualquier cosa, está al día en todo y recuerdo una vez jugando al Trivial, que
desde que le tocó el turno no paró hasta ganar la partida y todos estaban
asombrados, yo no. Quiero a Pepe, de eso no hay duda, es el eterno amigo
adorado y sincero que siempre ha estado a mi lado en duros momentos. Una vez me
dio por coleccionar postales y él me traía de todas partes, prácticamente fue
quien me facilitó el 80% de ellas. Me regaló libros sobre Humphrey Bogart,
hasta uno en alemán, fotos y póster de mi ídolo del celuloide. Sin embargo
teníamos algo que nos separaba, a mí nunca me gustó ir al cine. Yo era de esas
personas que preferían ver en video cómodamente en casa las películas, pero
unos años más tarde él me sacó de mi error y me descubrió un mundo diferente,
de cines, de revistas especializadas, de libros bibliográficos. También le
gusta mucho la música y ni qué decir de los deportes. Siempre le gustó correr,
recuerdo madrugar para ver pasar bajo mi ventana la maratón de San Isidro en la
que él participaba, por supuesto que no le veía, pero él a mi sí podría reconocerme
y sentir así mi apoyo moral. Es una persona con un sentido del humor muy ácido,
es cínico por naturaleza y capaz de reírse de su sombra. Su timidez es tan
fuerte que la esconde con ese humor socarrón y que siempre sale en cualquiera
de las conversaciones que se mantenga con él. Sus padres son granadinos y él
tiene esa gracia natal de los andaluces que mezclada con la salsa canaria dan
origen a esa persona que es. Siempre, y digo siempre, ha estado a mi lado desde
hace muchos años. Ahora nos hemos perdido un poco la pista, pero eso si,
seguimos queriéndonos y llamándonos por nuestros cumpleaños y Navidad. Nos
vemos poco, es cierto, pero cada vez que lo hacemos es como si nos viéramos
todos los días.
Mi relación con Pepe atravesó una época diferente, un paréntesis
en nuestras vidas, porque mi apego a él, hizo que confundiera mis sentimientos
y creyera que era el hombre de mi vida. No lo era, es uno de los hombres de mi
vida, porque sin duda mi vida sin él sería también incompleta, pero sigue
siendo el amigo que siempre fue. Cuando Eva se marchó de Madrid en el año 89,
él y yo estuvimos más juntos que nunca, si cabe, porque como digo siempre
estuvo presente. Aún recuerdo a la primera película que me arrastró a ver en el cine, en los Renoir, una película que cada vez que veo me gusta más y me trae a la memoria aquél día, Cinema Paradiso.
Pepe me unió también a sus hermanos, a los que desde luego también conocía desde niña, los dos menores que él, pero que aunque mi edad se acercaba más a la de ellos, como digo mi relación con él era especial. Jorge y Ángel también iban alguna vez por Madrid, y se quedaban en mi casa o en la de Raúl, incluso recuerdo que fue José Manuel, otro hijo amigo de mis padres pero que yo no conocía y que a raíz de ahí entablamos un contacto que dura hasta hoy día. Una anécdota muy graciosa es que una vez Jorge salió de marcha conmigo y la panda de amigos de Pedro con los que salía en esa época y recuerdo que tuvo que llevar el coche de Ramón porque éste estaba bastante perjudicado por las copas. Para Jorge era la primera vez que cogía un coche en Madrid, que encima no era suyo y fue toda una aventura. También pienso ahora en las cosas de la vida, y en eso que se dice de qué pequeño es el mundo. Una noche en 1996 ya de vuelta en Gran Canaria al principio de mi corto noviazgo con Camilo, me propuso una noche ir a cenar con una pareja de amigos que ya conocía y otro al que teníamos que pasar a recoger y que aún no me había presentado. Cuál fue mi sorpresa que al ir a recogerlo, jajaja, era José Manuel. En esas vueltas de la vida, Camilo le conocía desde hacía años, y conocía a Pepe y sus hermanos, pues habían jugado alguna vez en el patio del colegio La Salle, en el barrio donde nos criamos. Quién sabe a lo mejor hasta me lo crucé alguna vez cuando éramos niños. Con ello descubrimos que teníamos conocidos comunes de la infancia.
Pepe me unió también a sus hermanos, a los que desde luego también conocía desde niña, los dos menores que él, pero que aunque mi edad se acercaba más a la de ellos, como digo mi relación con él era especial. Jorge y Ángel también iban alguna vez por Madrid, y se quedaban en mi casa o en la de Raúl, incluso recuerdo que fue José Manuel, otro hijo amigo de mis padres pero que yo no conocía y que a raíz de ahí entablamos un contacto que dura hasta hoy día. Una anécdota muy graciosa es que una vez Jorge salió de marcha conmigo y la panda de amigos de Pedro con los que salía en esa época y recuerdo que tuvo que llevar el coche de Ramón porque éste estaba bastante perjudicado por las copas. Para Jorge era la primera vez que cogía un coche en Madrid, que encima no era suyo y fue toda una aventura. También pienso ahora en las cosas de la vida, y en eso que se dice de qué pequeño es el mundo. Una noche en 1996 ya de vuelta en Gran Canaria al principio de mi corto noviazgo con Camilo, me propuso una noche ir a cenar con una pareja de amigos que ya conocía y otro al que teníamos que pasar a recoger y que aún no me había presentado. Cuál fue mi sorpresa que al ir a recogerlo, jajaja, era José Manuel. En esas vueltas de la vida, Camilo le conocía desde hacía años, y conocía a Pepe y sus hermanos, pues habían jugado alguna vez en el patio del colegio La Salle, en el barrio donde nos criamos. Quién sabe a lo mejor hasta me lo crucé alguna vez cuando éramos niños. Con ello descubrimos que teníamos conocidos comunes de la infancia.
A medida que escribía esto, y que comencé en 2003, llevábamos casi una semana de
guerra, escribí entonces en estos momentos oigo a Manolo Almendra, enviado
especial de Telecinco en Kuwait, justo en el momento en que sonaban las alarmas
antiaéreas y la señal para acudir a los refugios. Se colocó su máscara y se
despidió de la conexión en directo. Manolo es grancanario es de mi promoción,
aunque él estudió Imagen y Sonido en lugar de Periodismo, sin embargo su
dominio del inglés le ha servido para dedicarse al reporterismo internacional.
Nos conocimos en Madrid, sobre todo porque coincidimos en alguna ocasión
durante nuestros regresos vacacionales y, o bien nos veíamos en el aeropuerto,
o viajábamos en el mismo vuelo. La primera vez que le vi en la tele fue durante
la última entrevista que se le hizo en directo en España a Betty Davis durante
el Festival de Cine de San Sebastián, él trabajaba entonces para el programa
matinal que presentaba y dirigía Jesús Hermida en la primera de TVE. Recuerdo
que Jesús Hermida casi no le dejó hablar, se tragó la entrevista de Manolo en
un alarde de su dominio del idioma. Al poco le vi en los informativos de
Telecinco, y hasta hoy día. La última vez que le vi fue en Madrid, en una sala
de salsa donde degustábamos los famosos mojitos cubanos, en esa ocasión me
comentó que su familia se trasladó a vivir a Madrid y habían comprado una
vivienda en Tres Cantos. No se si seguirá viviendo ahí, pero me encantaría
entrevistarle cuando acabe la guerra y que nos cuente su experiencia personal.
-Después de este pequeño corte en el hilo conductual seguí
hablando de Pepe-.
Seguro que anoche que fue la entrega de los premios Óscar se
quedó toda la velada viéndolos. Dicen que esta ha sido una de las ceremonias
más tensas en la historia de Hollywood, debido sin duda a la guerra que los
norteamericanos nos han llevado. Es uno de los cinéfilos más cercano que tengo,
su pasión le lleva a poseer una memoria prodigiosa y es capaz de hablar de
directores, años y elenco sin pestañear.
De Pepe tengo recuerdos imborrables como un verano que me
operé de un cordal y se me puso la cara como a la de un oso atacado por abejas,
él se plantó en el apartamento que mis padres habían alquilado en la playa de
Las Canteras y se mantuvo casi 24 horas a mi lado, viendo películas de vídeo,
jugando a la baraja o a algún otro juego de mesa, mientras todos salían y
entraban de la playa o cualquier otra actividad veraniega. Recuerdo cenas en
casa de mis padres, de esas pantagruélicas y numerosas en las que me ayudaba a
recoger la mesa, fregar e incluso a atender a mis sobrinos, y se quedaba
después hasta la mañana siguiente también en casa.
En Madrid, a parte de las
veladas enteras que pasábamos jugando también a las cartas, recuerdo una vez
que nos dio por hacer espiritismo con una ouija y también pasamos muchas horas
con ello, sin dejar de mencionar las horas frente al televisor viendo películas
o partidos de fútbol o baloncesto. Muchas noches las pasamos hablando y
hablando sin cesar, con risas, carcajadas incluidas. Cuando me quedé sola se
convirtió en mi sombra, hablábamos continuamente por teléfono e íbamos hasta
tres y cuatro veces por semana al cine. También me invitó a varios conciertos,
recuerdo muy especialmente el de los Rollings Stones en el Vicente Calderón con
unas 60.000 personas, o el de Whytney Houston o Pet shop boys en el Palacio
de Deportes de Madrid, antes de que se
quemara a mediados de 2001. También aquí vimos algún partido internacional del
Real Madrid. Pepe es del Barça y siempre lo ha sido, dando motivos para
mofarnos de él cuando jugaba el Madrid y veíamos los partidos en casa, siempre haciendo las típicas comparaciones, claro que a él,
siempre le han resbalado, para él, el culé es el mejor equipo del mundo.
Recuerdo también una vez que él se operó de la rodilla en la
clínica Santa Catalina y que fui a visitarle y me quedé hasta que me echaron de
la habitación. Pero no son estos los mejores recuerdos, porque hay anécdotas
como la de una vez que construyó un barco de papel gigante con periódicos o que
se disfrazara con cosas nuestras y miles de tonterías más que siempre estaba
dispuesto a hacer por animarnos. Risueño, tímido, inteligente, metido en su
propio mundo, siempre con bolsas que portaban periódicos, revistas o películas.
Siempre ha sido un amigo espléndido, generoso, pagaba la mayoría de las
sesiones de cine, los conciertos, una vez me regaló unos pendientes de oro por
mi cumpleaños, y un radio casete de doble pletina y columnas por Navidad. Amigo
leal donde los haya, representa pues la lealtad en mi vida. Nos vimos hace unos
días, vino a casa después de casi un año sin vernos, me trajo dos películas
antiguas de Humphrey Bogart, pasó unas cuantas horas en casa y no paró de jugar con mi hijo, de estar atento con
Camilo. Se quedó a cenar y quedamos en organizar una noche de estas una cenita
a lo grande. Le quiero muchísimo, mas de lo que él mismo se cree, quizá cuando
lea estas líneas algún día comprenderá lo grande que es para mi, una persona de
gran corazón, amigo leal donde los haya, y por leal le tengo en uno de los
podio de mi vida, aunque el prefiriera ganar la maratón de Nueva York.
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