jueves, 24 de enero de 2013

Eva


¡Qué diferente es el paisaje canario al madrileño que recuerdo! Cuando empecé a escribir todo esto hace unos años, casi todas las tardes me iba andando hasta el colegio de mi hijo, entonces escribí: el paseo me devuelve la imagen de una ciudad viva, tan llena de coches como en el mismo centro de Madrid, sin embargo es tan diferente e inexplicable, aquí normalmente luce el sol y el mar está presente por todas partes, cuando atravieso la Avenida Marítima me topo con la playa de Las Alcaravaneras, que por cierto ahora está en obras por la parte del Club Náutico, un poco más allá está el Muelle Deportivo, donde ondean banderas de casi todas las nacionalidades, y ni qué decir tiene cuando se celebra alguna regata de carácter internacional. Hace unos días pasando cerca de la playa un helicóptero, que pasó bastante raso, hizo que todas las gaviotas salieran en desbandada y de repente el cielo se llenó de alas blancas. En Las Palmas de Gran Canaria aun puedes levantarte cada mañana oyendo el gorjeo de los pájaros y como en mi caso, oír en noches tranquilas el murmullo de las olas meciendo los sueños. El Madrid que recuerdo es plúmbeo, lleno de coches y donde los pájaros apenas se perciben al llegar la primavera, pero también es cierto que allí se viven las cuatro estaciones, el otoño lleno de hojas secas, la dulce primavera y sus primeros rayos de sol, las ardillas del parque de El Retiro o las castañas pilongas en el invierno y por supuesto el radiante solajero y su correspondiente calor veraniego. A veces recuerdo como era capaz de cruzar mi calle por donde no había semáforos y aquí soy incapaz de cruzar una calle tan ancha sin buscar uno. El ritmo de vida es diferente. Cuando me instalé había una cosa que me llamaba mucho la atención, el trato de los conductores con aquellos que cometían un error, en Madrid se les insultaba y poco más que se bajaban del coche a dar una torta y aquí pedías disculpas y te respondían “no pasa nada niño”, claro en esa época, ahora también aquí la gente va más estresada al volante y te devuelve cates e insultos cuando no lo esperas. También me chocaba que cuando llovía e ibas por la calle con tu paraguas, cosa que me pasó en más de una ocasión cuando iba a la facul, es que los coches siguen de largo, ya pueden ver como cae el diluvio universal ante ti que no paran para cederte el paso, aquí en cambio, te paran e incluso si  no llevas paraguas, te ofrecen el suyo. Recuerdo una vez que estaba en el colegio y me cogió una de esas lluvias que caen de golpe y me quedé como una tonta sin poder cruzar a la parada de la guagua y como un vecino de los edificios de enfrente bajó con su paraguas para ayudarme  a cruzar, incluso se ofreció a acercar su coche para que pudiera bordear el charco que se formó a mis pies. En Madrid, al contrario, además la gente se pertrecha en su paraguas y ni se fija por donde va, si te da, ni siquiera se para a pedir disculpas. Nadie dijo que fuéramos iguales por compartir un Gobierno Central, son las cosas de cada clima, el carácter de cada tierra. Hablando de este tema recuerdo una vez que le dije a Raúl, “mira he llegado a la conclusión de que las personas que vivimos serca del mar somos más abiertas, nuestro carácter es como la mar, con sus altibajos, nos influye sin que nos demos cuenta y además el hecho de que tengamos visitantes continuos e incluso consiudadanos de diferentes culturas como la hindú, la coreana, la china, la africana, la inglesa y alemana, por poner un ejemplo, hacen de nosotros personas más abiertas y tolerantes”. Sin embargo, nada tengo que objetar de todos los peninsulares que conocí, siempre he sido muy bien tratada y bien recibida en cualquier parte, de hecho los amigos que hice allá son eternos y algunos ya no habitan en Madrid, sino en sus también provincias natales.

Pero estaba hablando de Eva y me he despistado, con ella viví locas aventuras como invitar a casa a tomar un café al frutero y al charcutero del supermercado donde hacíamos normalmente la compra. ¡Qué atrevidas éramos!, pero al final nos ponían siempre un poco más en el peso o nos regalaban tomates y alguna fruta. Solo vinieron un par de veces, luego les cambiaron de super, con esa filosofía de rotarlos de uno a otro y en diferentes zonas de la ciudad, supongo que para evitar esas posibles relaciones que al final repercuten en las ventas, así que no volvimos a verles. Peor aventura fue conocer a un dúo de cantantes argentinos, a esos les tuvimos una buena temporada por casa. A mi me gustó uno de ellos, Pato, y a Eva un amigo suyo humorista, colega de cafés y conciertos en garitos por los que nosotras nos colábamos y además arrastrábamos a todos nuestros amigos. Pero no fueron más allá, las relaciones nunca dieron fruto, de hecho para mi ni siquiera es importante, sólo anecdótico. Lo cierto es que a veces nos metíamos en casa, edificio que puede verse en la foto, hasta altas horas de la madrugada, se nos unía un montón de amigos y los vecinos llegaron a llamarnos la atención. Eso ocurrió en nuestro tercer año de carrera, y como bien digo sólo queda en mi memoria como algo gracioso y pasajero, ahora pienso que éramos un poco tontas, porque se metieron en casa y venían a comer a cada momento, pero bueno nos divertíamos mucho oyéndoles cantar, nunca supimos de ellos, desaparecieron  por arte de magia un buen día y tan solo recibimos una llamada un año después quizá, pero no volvimos a vernos. Con ellos bien es cierto también que conocimos un poco esas miserias por las que han de pasar cantantes y artistas que empiezan a buscarse la vida, conocimos a otros colegas suyos, a chicos que hacían la mili de otras provincias y se hospedaban en las mismas pensiones que ellos, creo que un grupo de gente con el que nunca más he coincidido. Conservo aun cintas grabadas de esa época, y recuerdo que fue la fecha en la que se casó mi hermana Elena, que ya supera las bodas de plata. Quedan pues años atrás, historias que contar entre nosotras cuando a veces con un par de copas de nostalgia nos asimos a aquella década prodigiosa.
Y no estuvo a mi lado cuando me enamoré como una condenada de Alberto, y lo que es peor, cuando mi relación se rompió en tantos pedazos como mi propio corazón. Pero viajó a Madrid, volvimos  a pasar algunas horas juntas, horas de copas, confesiones y llantos y en esos mágicos momentos es cuando una comprende porqué la vida te pone delante a esos seres tan especiales, por qué te premia sin que lo sepas o lo valores, con pequeños duendes que hacen que tu vida mejore.
Vivimos bastante cerca, pero como con casi todos, nos conectamos a través de la red y gracias a ello sabemos algo la una de la otra. Tengo la esperanza de que una mañana quedemos para tomar un café. Ella representa el compañerismo, es la compañera perfecta para convivir, quizá le venga de su experiencia desde joven en los scout y esa vena deportiva donde la competitividad se hace nula entre los compañeros de un mismo equipo.

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