Abrí la carpeta de correo no deseado para
borrar todas esas entradas publicitarias que se cuelan en los mail de todo el
mundo. Me llevé una gran y grata sorpresa al ver el suyo, menos mal que me da
por leerlos antes de borrarlos porque si no jamás hubiera vuelto a saber de
ella. Venía acompañado de su foto y esa foto fue como un chute de adrenalina
directo al corazón. Mi cerebro sufrió una sacudida y sin empezar a leer nada de
lo escrito me perdí en esos ojazos verdes, en esos labios que tantas veces deseé
y que fueron míos. Claro que el tiempo ha hecho estragos, han pasado treinta
años… pero la expresión de su rostro no ha cambiado… unas mechas ocultan sus
canas, más rubia de lo que la recuerdo… mi vista iba de la foto al texto del
texto a la foto. No me lo podía creer… después de unos segundos que parecieron años,
reaccioné y mis manos temblaban al responderle que acudiría a la cita. Nunca me
ha gustado San Valentín, siempre pensé que era una bobada comercial, sin embargo
ahora, el 14 de febrero estaría puntual en el café París para recordar juntos
aquellos años que leíamos a Cortazar, a Pessoa, a Bryce Echenique, Grass, Bukowski, Almudena Grandes, Dinesen, García
Márquez… aquella lista interminable mientras bebíamos café irlandés, fumábamos
y liábamos algún porro… aquella época en la que la saliva, el sudor y la tinta
de la prensa se mezclaban con las volutas de humo y reíamos y nos comíamos el
mundo, porque el mundo era nuestro… mientras de fondo sonaba el Sabina más
joven, Serrat, Silvio, los Dire Straits.
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