Los
periódicos que caen en mis manos están famélicos. Cuando era estudiante de
periodismo me encantaba tirarme el domingo, normalmente de resaca, leyendo
varios periódicos y me perdía entre páginas y páginas… supongo que es algo que
he seguido haciendo por rutina y que afortunadamente comparto con mi pareja.
Pero las páginas han ido disminuyendo y nosotros a veces nos peleamos por
llegar antes al ordenador de mesa para abrir las ediciones on line. Profesión
en crisis, profesión estigmatizada y rechazada por una sociedad que ve en los
periodistas ambición, lujuria falta de honestidad… qué poco saben quiénes
piensan eso del oficio del escritor. Escribir no es buscar desesperadamente eso
que ahora en publicidad llaman insights para
descubrir la conducta de compra, de consumo y uso del consumidor. Los
escritores tenemos el deber de contar, de contar verdades, esas que tienen que
ver como decía Faulkner con el amor, el honor, la piedad, el orgullo, la
compasión, el sacrificio… esas verdades universales que además dejan
cicatrices.
En
varias ocasiones he hablado de que la crisis ha hecho mella en las redacciones
de todos los periódicos, de las emisoras de radio y televisión… antaño llenas
de gente, bullicio, humo de cigarrillos, sonidos de teclados, gritos de jefes,
maquetadores, realizadores… hoy en día están tan desangeladas… ya ni siquiera
le interesan a los estudiantes que iban de visita. Duele que se critique lo que
una ama, es entendible lo sé, cuando hay quiénes se postulan como detectives
privados en busca de delitos o los huele braguetas como se les dice a los que
persiguen cuernos, en este caso la mal llamada prensa rosa que está llena de ex
concursantes de realitys…
Pero la verdad tiene varios
prismas, porque lo seres humanos como decía un amigo y escritor, Ezequiel Pérez
Plasencia, somos prismas y tenemos mil aristas que enseñar. Siempre escribí,
desde chica, lo mío era tener lápiz y papel en la mano, huir de mis cuatro
hermanos y encerrarme a escribir en mi compartida habitación. Adolescente
perseguía los sueños de Jo, la protagonista de la novela Mujercitas, de Louis May Alcott… devoraba los capítulos
de Lou Grant donde Lou Rossi y Billie se comían el mundo. Quizá solo nos
acordemos los que veíamos la serie allá por los años 70, pero eso era
periodismo de verdad, se hablaba de la lucha de las personas excluidas, de los
derechos de los homosexuales, de las corrupciones políticas, de la ambición
empresarial, del medioambiente… eran dramas cotidianos que nos llegaban en cada
episodio donde la señora Pinchón siempre ponía su toque de sofisticación y el
viejo Lou Grant su experiencia de periodista de calle, el que se hizo en las
trincheras y no en las universidades…
Mi vocación de
escritora me vino de siempre, cuando no sabía escribir colocaba los libros de
mis padres, las viejas novelas del oeste que mi padre consumía por los puntos
de color… miraba atónita ese mundo de papel lleno de historias que quería
conocer. Adoraba el olor a tinta de los periódicos y esperaba que mi tía
apareciera con cada nuevo ejemplar de la revista Sansofé, donde ella
trabajaba, donde los grandes periodistas canarios que empezaban a despuntar
escribían bajo la atenta mirada de la mordaza de la Ley de Prensa que Fraga Iribarne
abanderó.
Reivindico mi lugar en
el mundo, reivindico la libertad de poder escribir, de defender todo aquello
que considere defendible, de intentar hacer comprender al mundo que los
periodistas nos hemos tenido que reinventar, que muchos de nosotros, sobre todo
nosotras, que alcanzamos pocos puestos de responsabilidad, que siempre hemos
ido a la saga de los hombres, no somos marionetas de nadie. Es verdad que la
mayoría estamos sin trabajo, es verdad que sobre todo las mujeres, las más
desfavorecidas en todas las profesiones, menos en educación y sanidad donde
abundan, estamos condenadas al autoempleo, a sobrevivir emprendiendo. Pero
animo a todas las compañeras a seguir haciéndolo, no nos demos por vencidas, Le
Monde tiene directora por primera vez en su historia, y estoy convencida que la
sensibilidad del nuevo periodismo pasa por nosotras, porque sigamos escribiendo
con y desde el corazón como decía el Nobel Faulkner, escribir desde las
entrañas y no desde las glándulas… y reivindico a mis compañeros y compañeras
gráficos, a esos reporteros que siempre nos han llamado plumillas y que, la
verdad sea dicha de paso, interpretan la realidad a veces mejor porque sus ojos
captan lo que está delante, la evidencia más irrefutable y que no necesita
palabras.
Muy cierto! Hoy en día, ya el fenómeno de la televisión, de dar lo que se vende, también ha pasado a las fronteras del periodismo escrito... Muy lamentable, pero es la cruda realidad. A ver si todo vuelve a sus inicios.
ResponderEliminar