domingo, 14 de abril de 2013

Escribir desde el corazón y no desde las glándulas


Los periódicos que caen en mis manos están famélicos. Cuando era estudiante de periodismo me encantaba tirarme el domingo, normalmente de resaca, leyendo varios periódicos y me perdía entre páginas y páginas… supongo que es algo que he seguido haciendo por rutina y que afortunadamente comparto con mi pareja. Pero las páginas han ido disminuyendo y nosotros a veces nos peleamos por llegar antes al ordenador de mesa para abrir las ediciones on line. Profesión en crisis, profesión estigmatizada y rechazada por una sociedad que ve en los periodistas ambición, lujuria falta de honestidad… qué poco saben quiénes piensan eso del oficio del escritor. Escribir no es buscar desesperadamente eso que ahora en publicidad llaman insights para descubrir la conducta de compra, de consumo y uso del consumidor. Los escritores tenemos el deber de contar, de contar verdades, esas que tienen que ver como decía Faulkner con el amor, el honor, la piedad, el orgullo, la compasión, el sacrificio… esas verdades universales que además dejan cicatrices.
En varias ocasiones he hablado de que la crisis ha hecho mella en las redacciones de todos los periódicos, de las emisoras de radio y televisión… antaño llenas de gente, bullicio, humo de cigarrillos, sonidos de teclados, gritos de jefes, maquetadores, realizadores… hoy en día están tan desangeladas… ya ni siquiera le interesan a los estudiantes que iban de visita. Duele que se critique lo que una ama, es entendible lo sé, cuando hay quiénes se postulan como detectives privados en busca de delitos o los huele braguetas como se les dice a los que persiguen cuernos, en este caso la mal llamada prensa rosa que está llena de ex concursantes de realitys…

Pero la verdad tiene varios prismas, porque lo seres humanos como decía un amigo y escritor, Ezequiel Pérez Plasencia, somos prismas y tenemos mil aristas que enseñar. Siempre escribí, desde chica, lo mío era tener lápiz y papel en la mano, huir de mis cuatro hermanos y encerrarme a escribir en mi compartida habitación. Adolescente perseguía los sueños de Jo, la protagonista de la novela Mujercitas, de Louis May Alcott… devoraba los capítulos de Lou Grant donde Lou Rossi y Billie se comían el mundo. Quizá solo nos acordemos los que veíamos la serie allá por los años 70, pero eso era periodismo de verdad, se hablaba de la lucha de las personas excluidas, de los derechos de los homosexuales, de las corrupciones políticas, de la ambición empresarial, del medioambiente… eran dramas cotidianos que nos llegaban en cada episodio donde la señora Pinchón siempre ponía su toque de sofisticación y el viejo Lou Grant su experiencia de periodista de calle, el que se hizo en las trincheras y no en las universidades…

Mi vocación de escritora me vino de siempre, cuando no sabía escribir colocaba los libros de mis padres, las viejas novelas del oeste que mi padre consumía por los puntos de color… miraba atónita ese mundo de papel lleno de historias que quería conocer. Adoraba el olor a tinta de los periódicos y esperaba que mi tía apareciera con cada nuevo ejemplar de la revista Sansofé, donde ella trabajaba, donde los grandes periodistas canarios que empezaban a despuntar escribían bajo la atenta mirada de la mordaza de la Ley de Prensa que Fraga Iribarne abanderó.
Reivindico mi lugar en el mundo, reivindico la libertad de poder escribir, de defender todo aquello que considere defendible, de intentar hacer comprender al mundo que los periodistas nos hemos tenido que reinventar, que muchos de nosotros, sobre todo nosotras, que alcanzamos pocos puestos de responsabilidad, que siempre hemos ido a la saga de los hombres, no somos marionetas de nadie. Es verdad que la mayoría estamos sin trabajo, es verdad que sobre todo las mujeres, las más desfavorecidas en todas las profesiones, menos en educación y sanidad donde abundan, estamos condenadas al autoempleo, a sobrevivir emprendiendo. Pero animo a todas las compañeras a seguir haciéndolo, no nos demos por vencidas, Le Monde tiene directora por primera vez en su historia, y estoy convencida que la sensibilidad del nuevo periodismo pasa por nosotras, porque sigamos escribiendo con y desde el corazón como decía el Nobel Faulkner, escribir desde las entrañas y no desde las glándulas… y reivindico a mis compañeros y compañeras gráficos, a esos reporteros que siempre nos han llamado plumillas y que, la verdad sea dicha de paso, interpretan la realidad a veces mejor porque sus ojos captan lo que está delante, la evidencia más irrefutable y que no necesita palabras.

1 comentario:

  1. Muy cierto! Hoy en día, ya el fenómeno de la televisión, de dar lo que se vende, también ha pasado a las fronteras del periodismo escrito... Muy lamentable, pero es la cruda realidad. A ver si todo vuelve a sus inicios.

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