martes, 30 de julio de 2013

Un piso en Atocha no queda tan cerca del cielo

Pues parece que tiene razón mi querido Joaquín Sabina, eso dice en su canción `Rebajas de enero´, que forma parte del disco `Juez y Parte´, de 1985. Quien lo ha podido comprobar en carnes propias es Lucía Etxebarría. Escritora española cuyas obras han sido traducidas en más de 20 idiomas, ganadora del premio Nadal en 1998, del Planeta en 2004, premio por cierto que despreciaba antes de hacerlo suyo. Me pregunto cómo es posible que una mujer, una escritora a la que envidio con toda mi alma por tener las oportunidades que ha tenido en su vida, haya caído en lo que ella ha denominado “foco tóxico” que es como describe su aventura en la Sierra de Gredos.


Le hice una entrevista por allá el año 2000 justo cuando promocionaba `La Eva futura. La letra futura´ una serie de ensayos de corte feminista. Me enganchó su forma de expresarse, la libertad con la que hablaba de las cosas, su arrogante forma de ver el mundo editorial, a pesar de que le haya reportado mucho dinero… dinero que ahora alega no tener, pues tras comprar su piso en Atocha, ahora dice ser una persona “no pudiente”.


No pudientes somos la mayoría de los españoles, la mayoría de quienes además luchamos por ser escritoras y escritores sin el apoyo y las facilidades que ha tenido ella. No voy a entrar a juzgarla, no voy a hacer leña del árbol caído, pero no lo entiendo. No entiendo que alguien de su categoría profesional entre en un 'reality', si al menos fuera una persona que empieza, que quiere darse a conocer, pues mira… aquí tenemos la prueba de que en este país quién participa en uno de esos programas termina ganándose la vida haciendo desnudos en Interviú, bolos por discotecas, encontrando pareja (al menos por una temporada y reportando morbo y papel cuché), o incluso poder ser tertuliano con voz, y derecho despiadado a decapitar a cualquiera. Pero ¿qué necesidad tenía ella de pasar por esto?... ¿deudas con hacienda?... deudas una persona que ha ganado sustanciosas cantidades con premios literarios de ensueño, que escribe columnas semanales en varios diarios, que tiene una web, un blog y no sé cuántas cosas más de las que saca provecho… No lo critico, es que no lo entiendo.

No puedo tampoco aplaudir lo que han hecho con ella, yo que juro por lo más sagrado que jamás veo ese programa de televisión, que desconozco en reality ni sus normas, que no he visto ni de pasada haciendo zapping… me tragué toda la bochornosa entrevista en la que pude ver una estrella caída. Hay quienes dicen que está como una cabra, o incluso le añaden “como una puta cabra”. Sin lugar a dudas no soy psiquiatra, ni psicóloga pero desde luego esa mujer no está bien, y creo que lo han visto no todos los españoles, sino los promotores de esos programas que sabían la que les venía encima. Se han aprovechado de la situación personal de una persona, de un ser humano sea cuál sea su nivel académico, al que parecen aludir como algo negativo, cuando ojalá la mayoría de esos que se denominan periodistas del corazón tuvieran un mínimo de ello… han cogido a una persona débil, una marioneta rota por la vida, sea por las circunstancias que sea, pero rota de verdad y la han expuesto como en una feria.

No, no queda un piso en Atocha tan cerca del cielo, porque a Lucía, esa que conocí y con la que mantuve cierta relación epistolar, le han cortado las alas, aunque ella nunca debió intentar volar.

1 comentario:

  1. Lo más vulgar que hay es querer triunfar. Y para triunfar es preciso montar numeritos, hacer tonterías, como que tu vida sea un espectáculo, además de pasar por el aro de los que mandan. Uno que no obedece al establishment, ¿puede triunfar como o triunfa en escritor, un actor, un pintor, un músico, un deportista, un científico? No lo puede, pues los que mandan del establishment invierten su dinero en todo lo que es necesario para triunfar. Por eso, los que triunfan todos acaban haciéndose amigos de los reyes y príncipes, de los políticos, de los que mandan, de los ricos, se fotografían con ellos riéndose y satisfechos, participan de sus necesidades propagandísticas. ¿Por qué quieren esos que mandan hacerse amigos de los triunfadores? Porque, esos no son peligrosos, se han vuelto como corderitos obedientes a ese establishment, que los usa para sujetar y blanquear ese corrupto e inmoral poder.
    Pero, el resultado es que todos forman parte de la misma cadena; participan de la corrupción y la inmoralidad por la que se rige la sociedad, participando en su máxima expresión. No hay salida, porque esos que triunfan necesitan seguir triunfando, además de en lo suyo propio, también lo necesitan mediáticamente. Por lo que están atrapados, se han hecho adictos a esa manera de vivir, como lo están los drogadictos.

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