¿Quién me lo iba a decir a mí? ¿Cómo es posible que esté aquí y vestida
además con esta bata blanca? Te reirías de mi ahora, Andrecito, tu que siempre
andabas con tu cara medio barbada cuando preparábamos los exámenes y decías que
yo sería la mejor de la clase, la más suertuda. Claro que es verdad que llevo
un bata blanca, pero no para andar por el clínico, no. Ahora trabajo aquí en
este comercio de electrodomésticos y me denominan “chica de la limpieza”.
Nadie lo esperaba y ni siquiera lo habíamos mencionado pero nuestra marcha
no ha sido como debía haber sido. Soy egoísta porque quiero plantearle a papá
que quiero volver a Caracas, y no sé cómo decirle que quiero volver a mi vida,
mi trabajo, a ti... todo lo que dejé atrás para seguirle hasta Canarias. Estoy
atrapada en una nostalgia dulzona y consistente, esto no me gusta. Perdí mi
visa de turista a los tres meses y me vi de repente de la noche a la
mañana como persona “irregular”. Ya sé que papá es español, que nació aquí y
que se fue allá en busca de una vida mejor... pero yo no pedí que me trajera...
dice que la familia debe estar junta, ¿pero acaso no dejo él aquí a sus padres
y hermanos? ¿Esos hermanos que ahora no le conocen, que no le han brindado ni
siquiera una mano para recomenzar su vida?.
Yo quiero recuperar la mía, quiero poder ejercer mi carrera, que además no
existe en este país y jamás me la van a homologar. Quiero trabajar en el
clínico, quiero estar con ustedes mis lindos amigos. Quiero ejercer mi derecho
a equivocarme, mi derecho a elegir mi destino. Ya no soy aquella de cuando nos
vinimos, alegre y con la esperanza de encontrar nuevos amigos, nuevas aventuras
que vivir. He cambiado mucho. Claro, esto no nos preocupó mayor cosa, porque todos
hemos cambiado, unos más que otros, pero he cambiado tanto. Mamá dice que ando
medio embobada todo el día, pero es que esta sí que es una vaina grandísima.
Tengo 21 años y no puedo respirar. Me dirás que ponga en práctica los
ejercicios que nos enseñaron en la escuela para controlar la respiración, pero
maldita la gana que tengo de poner en prácticas conmigo misma lo estudiado...
quiero atender viejitos, quiero correr por los pasillos del clínico y cansarme
de hacer electros... quiero volver contigo Andrés... Soy inmigrante pero a la
vez soy española, dicen que tengo mucha suerte, que no puedo quejarme porque he
venido por avión como una turista y no como esos pobres que llegan en patera o
cayuco y se juegan la vida en el mar... pero tengo el síndrome, ese síndrome de
Ulises del que tanto se habla. Tengo mis duelos malditos, mis ausencias, tengo
ganas de morir si no me arranco esta bata blanca y vuelo hacía casa. Mi acento
no es el acento insular, mi cultura no es la española, no soy nada, no soy nada,
una simple fregona.
Chavista hasta la muerte, se asfixiaba lejos de su tierra, así que cogió
fuerzas, se enfrentó a sus padres y decidió marcharse de nuevo a su Caracas
natal. El tiempo que pasó en canarias tras su obligado viaje, no le fue del
todo mal, pero cuando reunió el dinero para poder volver... su cara cambió de
color.
Ante ella ahora asoma un nuevo reto: vivir sola, lejos de sus padres, con casi
22 años, y habiendo estado un año lejos de su hogar. A su regreso tuvo que
limpiar la casa paterna hasta los rincones más insospechados, una casa cerrada
tanto tiempo... sacudió el polvo y los fantasmas que aparecen de vez en cuando
en forma de película que le recuerdan tiempos mejores.
Cuenta cómo ha encontrado cambiada la ciudad, cómo al ver las chabolas le
parecen ahora más feas que nunca, más tristes de cuándo se marchó… algo del
capitalismo vivido se ha quedado dentro de ella y lucha, y llora en silencio
echando de menos a sus padres, y los amigos que dejó atrás, con los que sigue
en contacto gracias a los ciber e Internet.
Fue una niña feliz, estudió en los mejores colegios, llegó a la universidad
y se licenció con honores, pero justo en ese tiempo las cosas se fueron
poniendo difíciles para la familia y fue cuando su padre decidió retornar a su
país de origen, a España, y dejar atrás todo, una vida en Venezuela.
Ella no quería marcharse, se sentía identificada con su país, el único que
conoció desde que nació por mucho que le hablaran de Canarias, de las isas,
malagueñas, la playa de Las Canteras, las papas arrugás... ella vivía en la
sucursal del cielo, como dicen de Caracas.
Pero se vio obligada a venir y vino, y probó las papas y pateó la playa de
Las Canteras, oyó folclore canario, comió plátanos, queso, embutidos... todo
aquello en su país ahora es un lujo, y que aquí llenaba su nevera... dice que
se cogió 20 kilos, y lo justifica con la ansiedad de su deseo constante de
retorno y la variedad de quesos y comida en general a la que tenía acceso. Conoció
gente muy buena, hizo amigos... e incluso vivió un infarto de su padre, el
ingreso en el hospital, la operación, su recuperación tras el implante de
stent... acá sus padres viven en un barrio muy popular, y recuerda casi
emocionada como al enfermar su padre todos los vecinos (la mayoría emigrantes
retornados o inmigrantes latinos), le tocaban en la puerta y le preguntaban por
su padre y le daban dinero... ella no entendía y le explicaron que para esos
están los vecinos, para eso se tienen unos a otros, “hoy por ti y mañana por
mí”, le decía una vecina.
La reciente enfermedad de su padre, la negativa de su madre a admitir que
ella quisiera marcharse le taladraban su propio corazón, pero sabía que su
destino estaba en Caracas, en su pueblo, luchando por y para su gente.
Readaptación, cuando vino para acá y readaptación ahora que está allá...
Pero ha conseguido trabajo, como ella misma indica “Terapia respiratoria,
que se divide en terapia intra hospitalaria y care home”. Trabaja en el
servicio de emergencias del hospital Pérez Carreño, y realiza cosas propias de
su profesión, de sus estudios universitarios, de esos que en España jamás
podría realizar. Cosas que sólo el personal sanitario podría entender, pero
muestra su pasión al afirmar que: “en cuanto a las otras cosillas me refiero a
que si de repente llega un paciente y necesita un marcapasos externo o temporal
estoy en la capacidad de programarlo, o si están colocando los electrodos del
temporal según las curvas de presión puedo indicar el lugar en el que se
encuentra el electrodo y luego midiendo los potenciales eléctricos le indico al
médico si es un lugar adecuado o no para implantar el electrodo; bueno también
estoy super pendiente de los electros de los pacientes porque de ello depende
si se realiza una rcp, se coloca un marcapasos o simplemente se controla con
medicamentos, en fin que soy la mano derecha del adjunto de guardia y entre
nosotros nos pagamos y nos damos el vuelto, también es mi deber dar
mantenimiento de primer orden a los equipos que utilizo.”
Ella está allá, con el corazón aquí, su testimonio sirve como referencia de
lo que ocurre en el otro lado, el sentimiento de las personas que emigran pero
que no pueden desarrollarse fuera de sus países y deciden valientemente volver,
dejando a su familia, padres, en el lugar emigrado.
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