Quizás la melancolía pueda llevarte alguna vez a la orilla del mar. Es ahí donde las personas de costa nos desahogamos, nuestras lágrimas caen en la arena y son las que incrementan la dosis de sal. La cadencia de las olas, el blanco de la espuma al romper, el rugido que hacen, y la idílica imagen marina que trae el olor, el color, la sensación de la arena bajo los pies, nos reconforta. Puede una llorar a gusto, desalarse sin piedad y contarle secretos al viento que nadie escuchará.
Hoy lloras una pérdida, mañana puede que sea una ilusión, porque la vida es así, como la marea, unas veces sube y lo llena todo, otras baja y deja una inmensa playa por recorrer… a veces las marejadas traen mar de fondo y nos dejan las orillas sucias, con esos residuos que la gente deja atrás. Otras veces la fuerza de las olas arrastra la arena y deja fuera rocas que antes no estaban, pero el viento y la fuerza de la naturaleza, las volverá a enterrar.
¡Cómo la vida misma!, hoy lloras y tal vez en unas horas arrancaras carcajadas que te harán superar las marejadas del alma.
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