El adiós siempre llega antes que las despedidas, es sigiloso, pero no silencioso, neutral, pero no unánime… se siente en todos los poros de la piel… tenemos un sexto sentido que nos avisa, nos aniquila, porque paraliza cualquier posible reacción. Nos paramos en la estación de la duda, y ahí soltamos la mochila esperando que llegue el tren, ese tren preciso al que subir. Te subes y miras por la ventanilla como pasa tu vida, como se nubla la vista, las lágrimas no te permiten ver bien… o es otra historia la que corre por el andén, pidiendo piedad, soltando lágrimas de cocodrilo. O bien al contrario, eres tú la que corre y llora, aunque ni te muevas, aunque no sueltes una lágrima, aunque los ojos bien abiertos y fijos ni siquiera te dejen ver lo que te olías.
El adiós siempre llega antes que las despedidas, es traidor, mortífero, desolador, te deja con el alma a dos manos, desnuda… te petrifica pero… llevas tiempo congelando latidos, intentos infructuosos por parar la trayectoria incuestionable de la vida.
El adiós siempre llega antes que las despedidas, da miedo, pero sabemos en el fondo que iba a llegar y vuelven las mariposas al estómago, esta vez por temor… temor al vacío, ese pánico que de entrada te paraliza… temor a una nueva página en blanco que tener que emborronar de tinta.
Qué descriptivo. Realmente es así.
ResponderEliminarGracias Jorge Luis... un beso
ResponderEliminar... adios, es un antes de,
ResponderEliminarun después de,
es cerrar esa puerta
abierta, franca,
traspasada una
y otra vez
luego de lo cual
la despedida
solo es una palabra
vacía ...
Gracias Jorge Alfredo. ..tienes razón
EliminarUn saludo gracias por tu poema