martes, 27 de diciembre de 2016

Chiquellería

Tendríamos algunos diez años cuando decidimos saltarnos todas las prohibiciones y salir al patio común al que hacía un tiempo nos negaron el acceso. Planeamos entre todos bajar por la noche con linternas, cada uno llevaría los adornos que pudiera coger de sus casas y decorar el mayor árbol para dar la sorpresa a nuestros padres y vecinos ese día de Nochebuena.

Paco, que era de los mayores, llevó hasta un porrón con vino dulce, de ese que nos daban nuestras madres cuando estábamos hasta altas horas de la noche en el agua, sin querer irnos de la playa.
Carmen, tan cursi como era, llevó unas bolas de Navidad enteladas por ella misma con madroños y que no pegaban nada con el resto de las que llevamos los demás de esas de colores que habíamos quitado de nuestros árboles caseros. Guirnaldas, velas que enterramos al rededor en la arena que de día no se verían ... lo peor fue que se nos olvidó una estrella para coronar y uno dijo que traería una estrella de mar... nos reímos tanto, que al final el portero nos oyó... se enfadó y gritó por el patio despertando a todos los vecinos. Empezaron a asomarse, algunos enfadados, pero al final empezaron a bajar. Trajeron, luces, botellas de sidra y cava, turrones, tortillas de papas, aceitunas con mojo, refrescos de fresa, naranja y cola... desde entonces, nos siguieron prohibiendo bajar al patio a jugar, pero al llegar la Navidad, el gran patio se transformaba cada víspera de Nochebuena. Se hizo cada año más visual, más perfecto, con más gente ya que invitábamos a otros del barrio. Fue así como nació aquella maravillosa costumbre que data de 4 décadas atrás y que aún hoy día siguen celebrando a pesar de nuestras ausencias... chiquillería hoy hombres y mujeres que seguimos creyendo en la Navidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario