Tu pupila dilatada se asomó a la mía, digamos que era un martes y tomábamos café. Digamos que para mí no existía nada de lo que había al rededor. El mundo se paró en tus manos ese día. La vida cruzó por mis párpados, y dimos la vuelta al mundo, locos los dos. Vivimos a la sombra de la muerte, espejo de vanidades roto, tal vez. Nos perdimos para siempre cuando el viento travieso hizo volar tu pelo. ¡Cuántos pensamientos se fueron con él!
Pegado a ti quise retener el momento, pero fueron fragmentos que la historia cruel no dejó madurar. Tan sólo puedo narrar un breve encuentro, y confesar, que sin remedio, te esperaba él… y yo desperté de aquel sueño en el que tu boca me hablaba en frenética tortura.©
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