jueves, 31 de enero de 2013


Dentro de unos días se celebra el  Día Mundial contra el Cáncer, ¿quiénes no conocemos amigos o hemos perdido familiares a los que esta enfermedad causó estragos?
Mi padre ha superado un cáncer después de casi dos  años de operaciones y sesiones de quimio; a mi sobrina con tan solo 27 años le diagnosticaron y trataron también un cáncer ya superado… supongo que las células duermen en todos los cuerpos y esperan agazapadas para salir en unos y en otros no… He perdido a mi tío favorito, hace unos días una persona muy allegada a la familia también nos dejó, he sufrido el dolor de amigos con las pérdidas de sus padres, hermanos o cónyuges…
Tengo una cuñada que ahora lucha cada día contra los efectos de la quimio, el dolor y la imagen que reflejan los espejos… pero soy una persona muy optimista, sé que la ciencia avanza cada día, sé que tenemos unos oncólogos maravillosos y que la naturalidad con la que nos enfrentamos, la esperanza y la ilusión hacen que ya no sea una palabra maldita, una palabra que aterre por sí misma.
Una amiga que lo ha superado recientemente, pintó una margarita en su calva cabeza, se disfrazó de payasa y pasó todo el ciclo de la enfermedad intentando lograr una sonrisa ajena… Tuvo sus momentos de bajona, sus debilidades, sus llantos en el silencio de su habitación, sus gritos ahogados pidiendo clemencia… he visto a mi padre morder un pañuelo para no gritar, a mi sobrina acudir a una psicóloga especializada que le animaba a salir adelante… sigo convencida de que es una batalla que podemos ganar.
Ojalá estas letras sirvan para animar a quienes lo están viviendo, para aplaudir a quienes lo han superado y a su familia que de rebote lo ha sufrido… para sentir el dolor de amigos y familiares de quiénes no lo han conseguido, pero sobre todo, sobre todo, para recordar que ya a nadie le extraña esta enfermedad, que no es un castigo divino y que con optimismo, ganas de vivir, apoyo y cuidados le podemos ganar…

miércoles, 30 de enero de 2013

Pepe


Aquel primer año en Madrid estuvo pues marcado por la novedad, a mi la carrera me decepcionó un poco, he de confesar que no era lo que yo creía, supongo que nos pasa a todos, pero yo amaba el periodismo, quería ser una reportera intrépida y aprender muchas cosas y de repente, encontrarte con asignaturas como Lengua, Historia... la verdad no se presentaba halagüeño, pero me encantó Redacción Periodística, y su profesor, Bernardino M. Hernando. 
Bernardino me animó a seguir adelante, valoró mi trabajo y me dijo que tenía las cosas muy claras y  no debía darme por vencida. Me recordó la fuerza que me trasmitió otro profesor que tuve en el instituto, Fernando Pastora, del que hace un año me enteré que falleció, una vez que le comenté mis temores a empezar una carrera, entonces me respondió “Mayte tu tienes un par de pelotas para hacer lo que quieras, y ¡Qué pelotas¡” Esa frase me acompañó siempre, la seguridad que los demás veían en mi me dio fuerzas para luchar y tirar siempre adelante, en todos los aspectos de mi vida.
Como dije en verano estuve trabajando y gané mis primeras pesetas en la vida, me pagaban muy poquito, estaba en calidad de prácticas, pero me hacía tanta ilusión. Luego fui una idiota porque al año siguiente no volví y quizá ahí perdí la oportunidad de mi vida de emparentar con Prensa Canaria, claro que mi sueño era quedarme en Madrid y como también he apuntado, la inexperiencia, la inmadurez, nos hace perder el norte que los años nos dan. 
En septiembre el cambio de quedarme sola en el apartamento, unido al reencuentro con Pepe, dieron a mi vida nuevas ilusiones. Pepe representa en mi vida la lealtad, nos conocemos desde la misma época que conozco a Raúl, es unos tres o cuatro años mayor y por generación era más amigo de mi hermano Vicente, pero con el tiempo nuestra amistad se hizo tan fuerte... Recuerdo que cuando yo estudiaba C.O.U. iba por las mañanas a la oficina de mi padre y le atendía el teléfono, le concertaba citas y en una palabra, me moría de aburrimiento, pero me ayudaba a compensar éticamente al gasto que le iba a suponer mis estudios en Madrid. Pepe entonces había colgado sus estudios de Ingeniería y se preparaba para hacerse como el denomina Funcionario del Estado. El caso es que venía todas las mañanas, salvo alguna excepción, y me hacía compañía, pasábamos la mañana juntos, no recuerdo de qué hablábamos, sé que me enseñó a jugar al ajedrez, que por cierto soy muy mala jugadora, y que se nos pasaban las horas. Cuando se fue a la academia nos escribíamos, y cuando se fue destinado a Álava también mantuvimos correspondencia, pero ese verano, en 1985, se pidió destino a Madrid, y allí estaba. 
Pepe tenía llaves de mi casa, siempre se la ofrecí como suya propia y era mi familia en Madrid, junto a Raúl y Chita, a quien por cierto alguna vez se los llevé a ambos. Claro que ya no éramos los niños de antaño, ahora éramos dos adultos (él mas que yo) y empezamos a compartir otras vivencias. Siempre estuvo también a mi lado, a él confiaba cosas y manteníamos conversaciones tan privadas y tan nuestras. Pepe se unía a nuestras veladas jugando a las cartas, con Álvaro, con Ana, Pedro y Estela. No le gustaba salir de marcha, aunque en la época en que Eva y yo conocimos al dúo argentino llegó a salir con nosotras en varias ocasiones, pero sus salidas preferidas son el cine y los conciertos. 
Es una persona superinteligente, tiene una cultura impresionante, puedes hablar con él de cualquier cosa, está al día en todo y recuerdo una vez jugando al Trivial, que desde que le tocó el turno no paró hasta ganar la partida y todos estaban asombrados, yo no. Quiero a Pepe, de eso no hay duda, es el eterno amigo adorado y sincero que siempre ha estado a mi lado en duros momentos. Una vez me dio por coleccionar postales y él me traía de todas partes, prácticamente fue quien me facilitó el 80% de ellas. Me regaló libros sobre Humphrey Bogart, hasta uno en alemán, fotos y póster de mi ídolo del celuloide. Sin embargo teníamos algo que nos separaba, a mí nunca me gustó ir al cine. Yo era de esas personas que preferían ver en video cómodamente en casa las películas, pero unos años más tarde él me sacó de mi error y me descubrió un mundo diferente, de cines, de revistas especializadas, de libros bibliográficos. También le gusta mucho la música y ni qué decir de los deportes. Siempre le gustó correr, recuerdo madrugar para ver pasar bajo mi ventana la maratón de San Isidro en la que él participaba, por supuesto que no le veía, pero él a mi sí podría reconocerme y sentir así mi apoyo moral. Es una persona con un sentido del humor muy ácido, es cínico por naturaleza y capaz de reírse de su sombra. Su timidez es tan fuerte que la esconde con ese humor socarrón y que siempre sale en cualquiera de las conversaciones que se mantenga con él. Sus padres son granadinos y él tiene esa gracia natal de los andaluces que mezclada con la salsa canaria dan origen a esa persona que es. Siempre, y digo siempre, ha estado a mi lado desde hace muchos años. Ahora nos hemos perdido un poco la pista, pero eso si, seguimos queriéndonos y llamándonos por nuestros cumpleaños y Navidad. Nos vemos poco, es cierto, pero cada vez que lo hacemos es como si nos viéramos todos los días. 
Mi relación con Pepe atravesó una época diferente, un paréntesis en nuestras vidas, porque mi apego a él, hizo que confundiera mis sentimientos y creyera que era el hombre de mi vida. No lo era, es uno de los hombres de mi vida, porque sin duda mi vida sin él sería también incompleta, pero sigue siendo el amigo que siempre fue. Cuando Eva se marchó de Madrid en el año 89, él y yo estuvimos más juntos que nunca, si cabe, porque como digo siempre estuvo presente. Aún recuerdo  a la primera película que me arrastró a ver en el cine, en los Renoir, una película que cada vez que veo me gusta más y me trae a la memoria aquél día, Cinema Paradiso.
Pepe me unió también a sus hermanos, a los que desde luego también conocía desde niña, los dos menores que él, pero que aunque mi edad se acercaba más a la de ellos, como digo mi relación con él era especial. Jorge y Ángel también iban alguna vez por Madrid, y se quedaban en mi casa o en la de Raúl, incluso recuerdo que fue José Manuel, otro hijo amigo de mis padres pero que yo no conocía y que a raíz de ahí entablamos un contacto que dura hasta hoy día. Una anécdota muy graciosa es que una vez Jorge salió de marcha conmigo y la panda de amigos de Pedro con los que salía en esa época y recuerdo que tuvo que llevar el coche de Ramón porque éste estaba bastante perjudicado por las copas. Para Jorge era la primera vez que cogía un coche en Madrid, que encima no era suyo y fue toda una aventura. También pienso ahora en las cosas de la vida, y en eso que se dice de qué pequeño es el mundo. Una noche en 1996 ya de vuelta en Gran Canaria al principio de mi corto noviazgo con Camilo, me propuso una noche ir a cenar con una pareja de amigos que ya conocía y otro al que teníamos que pasar a recoger y que aún no me había presentado. Cuál fue mi sorpresa que al ir a recogerlo, jajaja, era José Manuel. En esas vueltas de la vida, Camilo le conocía desde hacía años, y conocía a Pepe y sus hermanos, pues habían jugado alguna vez en el patio del colegio La Salle, en el barrio donde nos criamos. Quién sabe a lo mejor hasta me lo crucé alguna vez cuando éramos niños. Con ello descubrimos que teníamos conocidos comunes de la infancia.
A medida que escribía esto, y que comencé en 2003, llevábamos casi una semana de guerra, escribí entonces en estos momentos oigo a Manolo Almendra, enviado especial de Telecinco en Kuwait, justo en el momento en que sonaban las alarmas antiaéreas y la señal para acudir a los refugios. Se colocó su máscara y se despidió de la conexión en directo. Manolo es grancanario es de mi promoción, aunque él estudió Imagen y Sonido en lugar de Periodismo, sin embargo su dominio del inglés le ha servido para dedicarse al reporterismo internacional. Nos conocimos en Madrid, sobre todo porque coincidimos en alguna ocasión durante nuestros regresos vacacionales y, o bien nos veíamos en el aeropuerto, o viajábamos en el mismo vuelo. La primera vez que le vi en la tele fue durante la última entrevista que se le hizo en directo en España a Betty Davis durante el Festival de Cine de San Sebastián, él trabajaba entonces para el programa matinal que presentaba y dirigía Jesús Hermida en la primera de TVE. Recuerdo que Jesús Hermida casi no le dejó hablar, se tragó la entrevista de Manolo en un alarde de su dominio del idioma. Al poco le vi en los informativos de Telecinco, y hasta hoy día. La última vez que le vi fue en Madrid, en una sala de salsa donde degustábamos los famosos mojitos cubanos, en esa ocasión me comentó que su familia se trasladó a vivir a Madrid y habían comprado una vivienda en Tres Cantos. No se si seguirá viviendo ahí, pero me encantaría entrevistarle cuando acabe la guerra y que nos cuente su experiencia personal.
-Después de este pequeño corte en el hilo conductual seguí hablando de Pepe-. 
Seguro que anoche que fue la entrega de los premios Óscar se quedó toda la velada viéndolos. Dicen que esta ha sido una de las ceremonias más tensas en la historia de Hollywood, debido sin duda a la guerra que los norteamericanos nos han llevado. Es uno de los cinéfilos más cercano que tengo, su pasión le lleva a poseer una memoria prodigiosa y es capaz de hablar de directores, años y elenco sin pestañear.
De Pepe tengo recuerdos imborrables como un verano que me operé de un cordal y se me puso la cara como a la de un oso atacado por abejas, él se plantó en el apartamento que mis padres habían alquilado en la playa de Las Canteras y se mantuvo casi 24 horas a mi lado, viendo películas de vídeo, jugando a la baraja o a algún otro juego de mesa, mientras todos salían y entraban de la playa o cualquier otra actividad veraniega. Recuerdo cenas en casa de mis padres, de esas pantagruélicas y numerosas en las que me ayudaba a recoger la mesa, fregar e incluso a atender a mis sobrinos, y se quedaba después hasta la mañana siguiente también en casa. 
En Madrid, a parte de las veladas enteras que pasábamos jugando también a las cartas, recuerdo una vez que nos dio por hacer espiritismo con una ouija y también pasamos muchas horas con ello, sin dejar de mencionar las horas frente al televisor viendo películas o partidos de fútbol o baloncesto. Muchas noches las pasamos hablando y hablando sin cesar, con risas, carcajadas incluidas. Cuando me quedé sola se convirtió en mi sombra, hablábamos continuamente por teléfono e íbamos hasta tres y cuatro veces por semana al cine. También me invitó a varios conciertos, recuerdo muy especialmente el de los Rollings Stones en el Vicente Calderón con unas 60.000 personas, o el de Whytney Houston o Pet shop boys en el Palacio de  Deportes de Madrid, antes de que se quemara a mediados de 2001. También aquí vimos algún partido internacional del Real Madrid. Pepe es del Barça y siempre lo ha sido, dando motivos para mofarnos de él cuando jugaba el Madrid y veíamos los partidos en casa, siempre haciendo las típicas comparaciones, claro que a él, siempre le han resbalado, para él, el culé es el mejor equipo del mundo.
Recuerdo también una vez que él se operó de la rodilla en la clínica Santa Catalina y que fui a visitarle y me quedé hasta que me echaron de la habitación. Pero no son estos los mejores recuerdos, porque hay anécdotas como la de una vez que construyó un barco de papel gigante con periódicos o que se disfrazara con cosas nuestras y miles de tonterías más que siempre estaba dispuesto a hacer por animarnos. Risueño, tímido, inteligente, metido en su propio mundo, siempre con bolsas que portaban periódicos, revistas o películas. Siempre ha sido un amigo espléndido, generoso, pagaba la mayoría de las sesiones de cine, los conciertos, una vez me regaló unos pendientes de oro por mi cumpleaños, y un radio casete de doble pletina y columnas por Navidad. Amigo leal donde los haya, representa pues la lealtad en mi vida. Nos vimos hace unos días, vino a casa después de casi un año sin vernos, me trajo dos películas antiguas de Humphrey Bogart, pasó unas cuantas horas en casa y no paró de  jugar con mi hijo, de estar atento con Camilo. Se quedó a cenar y quedamos en organizar una noche de estas una cenita a lo grande. Le quiero muchísimo, mas de lo que él mismo se cree, quizá cuando lea estas líneas algún día comprenderá lo grande que es para mi, una persona de gran corazón, amigo leal donde los haya, y por leal le tengo en uno de los podio de mi vida, aunque el prefiriera ganar la maratón de Nueva York.

jueves, 24 de enero de 2013

Eva


¡Qué diferente es el paisaje canario al madrileño que recuerdo! Cuando empecé a escribir todo esto hace unos años, casi todas las tardes me iba andando hasta el colegio de mi hijo, entonces escribí: el paseo me devuelve la imagen de una ciudad viva, tan llena de coches como en el mismo centro de Madrid, sin embargo es tan diferente e inexplicable, aquí normalmente luce el sol y el mar está presente por todas partes, cuando atravieso la Avenida Marítima me topo con la playa de Las Alcaravaneras, que por cierto ahora está en obras por la parte del Club Náutico, un poco más allá está el Muelle Deportivo, donde ondean banderas de casi todas las nacionalidades, y ni qué decir tiene cuando se celebra alguna regata de carácter internacional. Hace unos días pasando cerca de la playa un helicóptero, que pasó bastante raso, hizo que todas las gaviotas salieran en desbandada y de repente el cielo se llenó de alas blancas. En Las Palmas de Gran Canaria aun puedes levantarte cada mañana oyendo el gorjeo de los pájaros y como en mi caso, oír en noches tranquilas el murmullo de las olas meciendo los sueños. El Madrid que recuerdo es plúmbeo, lleno de coches y donde los pájaros apenas se perciben al llegar la primavera, pero también es cierto que allí se viven las cuatro estaciones, el otoño lleno de hojas secas, la dulce primavera y sus primeros rayos de sol, las ardillas del parque de El Retiro o las castañas pilongas en el invierno y por supuesto el radiante solajero y su correspondiente calor veraniego. A veces recuerdo como era capaz de cruzar mi calle por donde no había semáforos y aquí soy incapaz de cruzar una calle tan ancha sin buscar uno. El ritmo de vida es diferente. Cuando me instalé había una cosa que me llamaba mucho la atención, el trato de los conductores con aquellos que cometían un error, en Madrid se les insultaba y poco más que se bajaban del coche a dar una torta y aquí pedías disculpas y te respondían “no pasa nada niño”, claro en esa época, ahora también aquí la gente va más estresada al volante y te devuelve cates e insultos cuando no lo esperas. También me chocaba que cuando llovía e ibas por la calle con tu paraguas, cosa que me pasó en más de una ocasión cuando iba a la facul, es que los coches siguen de largo, ya pueden ver como cae el diluvio universal ante ti que no paran para cederte el paso, aquí en cambio, te paran e incluso si  no llevas paraguas, te ofrecen el suyo. Recuerdo una vez que estaba en el colegio y me cogió una de esas lluvias que caen de golpe y me quedé como una tonta sin poder cruzar a la parada de la guagua y como un vecino de los edificios de enfrente bajó con su paraguas para ayudarme  a cruzar, incluso se ofreció a acercar su coche para que pudiera bordear el charco que se formó a mis pies. En Madrid, al contrario, además la gente se pertrecha en su paraguas y ni se fija por donde va, si te da, ni siquiera se para a pedir disculpas. Nadie dijo que fuéramos iguales por compartir un Gobierno Central, son las cosas de cada clima, el carácter de cada tierra. Hablando de este tema recuerdo una vez que le dije a Raúl, “mira he llegado a la conclusión de que las personas que vivimos serca del mar somos más abiertas, nuestro carácter es como la mar, con sus altibajos, nos influye sin que nos demos cuenta y además el hecho de que tengamos visitantes continuos e incluso consiudadanos de diferentes culturas como la hindú, la coreana, la china, la africana, la inglesa y alemana, por poner un ejemplo, hacen de nosotros personas más abiertas y tolerantes”. Sin embargo, nada tengo que objetar de todos los peninsulares que conocí, siempre he sido muy bien tratada y bien recibida en cualquier parte, de hecho los amigos que hice allá son eternos y algunos ya no habitan en Madrid, sino en sus también provincias natales.

Pero estaba hablando de Eva y me he despistado, con ella viví locas aventuras como invitar a casa a tomar un café al frutero y al charcutero del supermercado donde hacíamos normalmente la compra. ¡Qué atrevidas éramos!, pero al final nos ponían siempre un poco más en el peso o nos regalaban tomates y alguna fruta. Solo vinieron un par de veces, luego les cambiaron de super, con esa filosofía de rotarlos de uno a otro y en diferentes zonas de la ciudad, supongo que para evitar esas posibles relaciones que al final repercuten en las ventas, así que no volvimos a verles. Peor aventura fue conocer a un dúo de cantantes argentinos, a esos les tuvimos una buena temporada por casa. A mi me gustó uno de ellos, Pato, y a Eva un amigo suyo humorista, colega de cafés y conciertos en garitos por los que nosotras nos colábamos y además arrastrábamos a todos nuestros amigos. Pero no fueron más allá, las relaciones nunca dieron fruto, de hecho para mi ni siquiera es importante, sólo anecdótico. Lo cierto es que a veces nos metíamos en casa, edificio que puede verse en la foto, hasta altas horas de la madrugada, se nos unía un montón de amigos y los vecinos llegaron a llamarnos la atención. Eso ocurrió en nuestro tercer año de carrera, y como bien digo sólo queda en mi memoria como algo gracioso y pasajero, ahora pienso que éramos un poco tontas, porque se metieron en casa y venían a comer a cada momento, pero bueno nos divertíamos mucho oyéndoles cantar, nunca supimos de ellos, desaparecieron  por arte de magia un buen día y tan solo recibimos una llamada un año después quizá, pero no volvimos a vernos. Con ellos bien es cierto también que conocimos un poco esas miserias por las que han de pasar cantantes y artistas que empiezan a buscarse la vida, conocimos a otros colegas suyos, a chicos que hacían la mili de otras provincias y se hospedaban en las mismas pensiones que ellos, creo que un grupo de gente con el que nunca más he coincidido. Conservo aun cintas grabadas de esa época, y recuerdo que fue la fecha en la que se casó mi hermana Elena, que ya supera las bodas de plata. Quedan pues años atrás, historias que contar entre nosotras cuando a veces con un par de copas de nostalgia nos asimos a aquella década prodigiosa.
Y no estuvo a mi lado cuando me enamoré como una condenada de Alberto, y lo que es peor, cuando mi relación se rompió en tantos pedazos como mi propio corazón. Pero viajó a Madrid, volvimos  a pasar algunas horas juntas, horas de copas, confesiones y llantos y en esos mágicos momentos es cuando una comprende porqué la vida te pone delante a esos seres tan especiales, por qué te premia sin que lo sepas o lo valores, con pequeños duendes que hacen que tu vida mejore.
Vivimos bastante cerca, pero como con casi todos, nos conectamos a través de la red y gracias a ello sabemos algo la una de la otra. Tengo la esperanza de que una mañana quedemos para tomar un café. Ella representa el compañerismo, es la compañera perfecta para convivir, quizá le venga de su experiencia desde joven en los scout y esa vena deportiva donde la competitividad se hace nula entre los compañeros de un mismo equipo.

jueves, 17 de enero de 2013

Universidad


Aquel mi primer año en Madrid no me fue muy bien, en lo que a estudios se refiere, suspendí tres asignaturas para septiembre, eso sí, las otras tres las aprobé con notable. A lo largo de los años he comprendido que cuando uno llega a la universidad la falta de madurez hace que ni siquiera adquieras los conocimientos de la misma forma en que uno puede adquirirlos a los 30 años. La experiencia me ha demostrado que todo lo que me he propuesto estudiar después lo he sacado con el máximo rendimiento, no sólo reflejado en las notas, pero eso tardé también algunos años en descubrirlo.
Desde ese primer año mi hermana Jose, que estudiaba séptimo de EGB y que hoy es una gran abogada, se vino a pasar unos días conmigo a Madrid, cosa que no dejó de hacer en todos aquellos años… Ella y Cristina, su inseparable amiga del alma, otra hermana postiza que la vida nos fue dando, y que por supuesto tienen su capítulo en estas líneas.
En mi primer verano de regreso a casa trabajé en un suplemento deportivo que en esa época editaba Prensa Canaria, Canarias Deportiva, no aprobé ninguna de las tres asignaturas pendientes en septiembre, pero me animé a sacarlas junto al próximo curso. En septiembre cambiaron muchas cosas, lo primero fue quedarme sola, porque Eva, se marchó a vivir a otro apartamento con su hermano Daniel. Él vivía con nosotras, pero la verdad es que la convivencia era un poco complicada en ese apartamento tan pequeño y falto de intimidad, él tenía una novia con una hija y claro, cuando venía de Gran Canaria era demasiado y a mis padres no les gustó nada la idea. Mi relación con Daniel era muy buena, es enorme y la verdad es que una se sentía protegida por él que además trabajaba de seguritas. En cuanto a Eva, nunca dejamos de ser amigas, de hecho, Daniel se marchó a Las Palmas definitivamente y ella volvió de nuevo a compartir el piso conmigo.

 La verdad es que juntas vivimos una época tan maravillosa de nuestras vidas, pero la propia vida nos ha distanciado un poco, de hecho, la última vez que trabajé en un periódico, no digital,  lo hicimos juntas, en La Tribuna de Canarias, mi tercer gran fracaso en un diario que tiene que cerrar por motivos de mala gestión, el primero fue el diario El Sol en 1992 en Madrid, que editaba el grupo Anaya y que tras pasar todas las entrevistas y tener el 99% de posibilidades de pasar a formar parte de la plantilla, en dos días cerró y me quedé con las ganas. Más tarde y tras pasar un mes en La Gaceta de Las Palmas, ocurrió un tanto de lo mismo en el año 96. Pero bueno, a lo que iba, coincidí con Eva en La Tribuna hasta el cierre por regulación de empleo de la misma. Ella trabajaba en Deportes, su puesto ideal, siempre quiso ser periodista deportiva, cosa que me contagió a mi durante una temporada, hasta que me di cuenta que lo que en realidad me gustaba era Sociedad. Hubo un cambio en la dirección del periódico, cambio que había prometido acabar con la crisis, pero que empeoró la calidad del mismo y mermó la capacidad de trabajo de todos los compañeros que resistimos hasta su fin. Eva fue trasladada de Deportes a Región y de ahí a Sucesos. Nuestra relación me parecía algo fría y distante entre dos amigas que habían compartido tanto... Es verdad que luego la vida nos fue separando profesionalmente ... no sabría explicar exactamente qué falla, pero si podemos decir que mensajearnos por Navidad o nuestros cumpleaños es ser amigas, pues somos amigas.
Eva y yo estudiamos juntas COU, pero durante el curso apenas nos tratamos porque ella solo iba a dos  asignaturas, sin embargo cuando nos fuimos a examinar de selectividad y ambas nos enteramos que las dos queríamos ir a Madrid a estudiar periodismo, fue como providencial. Nunca quise ir a un Colegio Mayor, quería tener mi propia casa, además como mi padre viajaba un par de veces al año, a él le salía rentable.
Nuestros primeros días fueron muy divertidos, entre hacernos al barrio, aguantar a aquella locuela que se vino con nosotras y conocernos, pasamos el tiempo mientras comenzaba el curso que se retrasó hasta mediados de octubre o noviembre. Además estaba mi tía con nosotras y con ella fuimos a visitar a una vieja amiga de la familia, Chita. Chita se convirtió en una persona muy importante para mi, era y aun hoy sigue siendo como una madre en la distancia, porque ahora vive en Málaga y hace años que no la veo, pero sigue presente en mi vida. Una familia adorable, Pepe su marido era periodista, de hecho él ayudó a conseguirnos la plaza, porque entrar en periodismo era bastante complicado, máxime para los canarios, tenían seis hijos, dos varones, Rafa y Juanjo, y cuatro chicas, a la mayor solo la vi una vez pero con  Galia, Rocío y Carmen hicimos una bonita amistad. Cada vez que tenía problemillas sentimentales acudía a ver a Chita y nos sentábamos horas y horas frente a una gran bandeja de dulces y café. Muchos domingos comimos en su casa con toda la familia y Chita me regaló un anillo cuando me licencié que guardo con sumo cariño.
A Eva me unía una gran afición al baloncesto y recuerdo que juntas rememorábamos las Olimpiadas de ese año, donde nuestra selección española ganó la medalla de plata frente a EEUU, oíamos partidos por la radio y nos dedicábamos a anotar las puntuaciones de cada jugador y casi todos los domingos nos íbamos al pabellón del Real Madrid en la Castellana, donde jugaban hasta la creación años más tarde del de la Comunidad en la calle Jorge Juan o por ahí, cerca de Goya. Además nos dio por escribir cartas a los jugadores y algunos como López Iturriaga, Paco Velasco, Andrés Jiménez, Fernando y Antonio Martín nos respondieron. Fue una época realmente bonita, ingenua y hasta fuimos coordinadoras del seminario de Deportes en clase de Lengua y llevamos a Martín Tello, gran periodista entonces del diario “As”, a dar una charla con algunos más que no recuerdo, pero fue muy emocionante contar con él y además nos dio los teléfonos de Wayne Brabender y de López Iturriaga para hacerles una entrevista que teníamos que entregar en Redacción Periodística. Con Brabender si que concertamos e hicimos la entrevista, con López Iturriaga no tuvimos esa suerte, pero en el fondo casi me alegro, porque con Brabender me puse tan nerviosa... él jugaba en el entonces Collado Villalba con los hermanos José Luis y Toño Llorente, a quienes nos presentó cuando entraban en la guagua que los llevaba a entrenar. Recuerdo que quedamos en una cafetería en López  de Hoyos y puse la cinta al revés y no se grabó nada, teniendo que repetir la entrevista, por cierto tuvimos que entregar la cinta junto al trabajo en la facultad y nunca la recuperamos. López Iturriaga era mi ídolo, le escribí tropecientas miles de cartas, recuerdo que Eva y yo algunas mañanas en lugar de ir a clase nos íbamos al Retiro y escribíamos cartas. Raúl una vez empezó a escribir una canción sobre ese tema, tengo unas letras escritas por él en una agenda. Eso fue hace tiempo, en el 92, un día que fuimos a pasear a Aranjuez y que le había dado plantón a mi entonces novio, Alberto, con el que tuve una bronca descomunal como adelanto del fin que en poco precedió a nuestra relación.
Así fue como Eva y yo empezamos aquella aventura de la facultad, estábamos en la misma clase, aunque luego en segundo nos separaron y volvimos a unirnos en cuarto y quinto. Nuestra amistad se basó en confesiones personales, en vivencias que compartimos tan importantes como los amores perdidos, las ilusiones rotas, la recuperación posterior... vivimos juntas la enfermedad rápida y galopante de su padre que acabó con su vida en menos de dos meses, las bodas y nacimientos de nuestros sobrinos, la muerte de su hermano Marcos, solo habían transcurrido unos seis años, cuando escribí todo esto. Hemos estado separadas muchos años, la muerte de su padre aceleró su marcha de Madrid, y yo empecé una etapa nueva sin ella, pero que seguí compartiendo a través de las cartas y el teléfono y además fue en un par de ocasiones y salimos juntas con las amistades nuevas que yo hice y que compartimos... Una buena amiga aunque siempre creí que yo la apreciaba más que ella a mi, pero tampoco es muy justo decirlo, cada uno quiere a su manera y no todos los hacemos de la misma forma.

miércoles, 16 de enero de 2013

Álvaro


Es triste ahora acordarse de tanta gente que pasó por mi vida y que quizá nunca vuelva a ver. Sin embargo Álvaro sigue siendo mi duende, como yo le llamo, a él me unen lazos invisibles que superan todas las barreras. Álvaro es esa persona de la que estaría horas hablando o contando anécdotas. No terminó la carrera, pero la vida le sonríe, la empresa familiar y los bienes se han ido incrementando con los años y no tendrá jamás problemas económicos, vive como quiere, juega al golf, al mus, al ajedrez y al baloncesto siempre que puede, aunque el golf se ha convertido en el pasatiempo actual favorito, también toca el piano. 
Muchos le tildan de “pijo, de señorito”. Y qué si lo es. Todos somos en potencia lo que él es, aunque supongo que no del todo, porque tener dinero no te da la clase que él tiene, ni su estilo. Es una persona tierna, es la ternura de mi vida. Si a él tuviera que describirle sería con esa característica. Su cariño es tan fuerte, sus palabras, sus gestos, sus abrazos... es un osito amoroso al que quiero a rabiar. También se  casó unos días después que yo, el mismo mes y año y mientras él voló a Gran Canaria, yo hice lo propio, tras mi luna de miel por Europa con mi recién estrenado marido, a Madrid. Elisa era una chica fantástica, guapísima y tan inteligente como para saber llevárselo al huerto, porque muchas otras lo intentaron y no tuvieron esa suerte… pero aunque su inteligencia acechaba sobre su hombro para recordarle cuál era el rumbo de su vida cuando zozobraba… no pudo con él y terminaron divorciándose años más tarde. Fue un divorcio duro, como todos lo son, intenté mediar entre ellos cuando se separaron, pero ya había grietas tan profundas que era imposible sortearlas. A ella le perdí la pista, aunque Álvaro la ve alguna vez y me cuenta de ella.
De Álvaro podría contar que el día que cumplía 22 años me llevó una tarta de yema tostada y me dijo “es del color de tus ojos” , esa misma noche yo estaba algo depre, quizá la luna, sólo sé que necesitaba irme a casa por unos días y él estaba allí abrazándome a las tantas de la madrugada y me dijo “nunca estarás sola, siempre estaré contigo, solo tienes que asomarte a la ventana y donde quiera que estés, mira la estrella más brillante que ese seré yo pensando en ti”. Claro, con tantas atenciones mi corazón confundía los sentimientos, y mucho tiempo duró la confusión, hasta que comprendí que éramos tan amigos, que jamás funcionaríamos como pareja. Recuerdo otra vez que tampoco andaba muy bien de ánimos y me dijo “yo siempre estoy a tu lado, si de repente sientes un ruidito así como pspspspsps, a tu alrededor, no te asustes, que soy yo”. ¡Cómo iba a asustarme, su presencia siempre ha sido motivo de alegría para mí! Álvaro representa pues, como he dicho, la ternura en mi vida. Es tan educado, tan caballeroso y tan pendiente siempre de los demás... Bien es cierto que le encanta llamar la atención, ser el centro de todas las reuniones, pero también que podemos comunicarnos con la mirada por encima de la gente. A veces incluso ahora que estamos lejos, presiento cuando está mal, cuando me necesita. En dos ocasiones presentí dos accidentes suyos, nada de importancia, pero yo presentía que algo malo le estaba sucediendo.
También he llorado en su hombro y le he prestado el mío cuando lo ha necesitado. Recuerdo una vez que pasaba por duros momentos y yo ya había regresado a Las Palmas y se empeñó en que fuera a Madrid, coincidió con el mes de mayo, con lo que me dijo que él me regalaba el billete de avión por mi cumpleaños porque me necesitaba. No lo pensé, y aun hoy en día con el grado de responsabilidad tan grande que tengo con mi marido y mi hijo, si él me pidiese que volara a Madrid, lo haría sin falta. Álvaro representa ese pedazo de corazón que todos necesitamos para vivir, siempre se lo he dicho, que nuestros sentimientos son tan puros, que jamás nadie podrá entenderlos, porque van más allá de la amistad, pero no en el sentido amoroso, sino el afectivo, forma parte de la persona que soy, porque sin él estaría incompleta.

Recuerdo una vez que organizó una fiesta en su casa de Colmenar Viejo, quiso hacerla a escondidas de sus padres, pero éstos se enteraron y se personaron allí. La cosa fue de mal en peor, recuerdo gente por todas partes, el jardín lleno de colillas, vasos, y un montón de gente, recuerdo que el tonteaba con varias chicas y todas venían a pedirme confidencias, que si me hablaba de ellas, que si las quería, que si no sé qué... Siempre les decía que yo no podía contar nada de lo que él me contase, que tenían que entenderlo. Realmente me acosaban, me acribillaban a preguntas. A veces él se marcaba algún farol con las chicas y menos mal que con la mirada le entendía y jamás le desmentí sus mentirijillas, bien al contrario, las potenciaba, conociendo su forma de ligar y presumir. Supongo que es algo que todos hacemos, tratamos de impresionar a las personas que nos gustan, pero nada iba más allá. Muchas chicas conocí locas por él, pero sé que Elisa fue quien más le hizo sufrir y a quien más amó, a pesar de esa naturaleza innata de lucir como una luciérnaga entre el sexo femenino.

Su padre falleció hace unos años, siempre les quise a los dos con locura, él tan educado como su hijo, y su madre tan cariñosa, por eso no me extraña que sea como es. También mis padres le quieren mucho, se que el día de mi boda hizo llorar a mi padre hablándole de mi. No sólo viajó a  Gran Canaria, cuando a él le quedaban 21 días para la suya, sino que se vino a casa a comer y estuvo allí casi hasta el momento de salir hacía la Iglesia. Por su puesto que Camilo y yo fuimos a la suya, regresamos de nuestro viaje de novios y a los dos días volamos a Madrid para estar con él. Nada ha cambiado entre nosotros. Recuerdo que  le dije a sus padres que si tenía un hijo llevaría  su nombre, y he cumplido.
Hace un tiempo, cuando empecé a escribir  todo esto me olvidaba del mundo que me rodeaba, mi hijo que era más pequeño, veía películas de vídeo a mi lado y de vez en cuando me hacía levantar los dedos del ordenador exigiéndome atención “mamá que te he dicho que me des una mansana y un actimel, que tengo hambre y quiero merendar”. Así que tenía que alejarme momentáneamente de mi fuente de recuerdos y regresar a mi  posición de madre, ja, ja,ja...

De entre los recuerdos rescato que cuando se realizó el último sorteo que el ejército hizo con motivo de los reemplazos de soldados que harían la mili fuera de sus casas, de entre uno de esos pocos soldados que fueron destinados fuera, se encontraba Álvaro. Le tocó hacer la mili en Aire, y nada menos y nada más que en la base aérea de Gando, en Gran Canaria, en mi tierra. Cosas del destino, pero él sabía que allí tenía una familia, una casa. En alguno de mis viajes coincidí con él y recuerdo ir a visitarle al Hospital Militar, que ya no existe. Fui a despedirme un día que regresaba a Madrid, y lo hice con mi amigo Juanjo. Mi hermana Jose y su inseparable amiga Cristina iban a verlo los fines de semana y me consta que le llevaban galletas yayitas. Al poco se libró y regresó a Madrid, aunque le parecieron los peores días de su vida, no puede quejarse, porque los llevó bien y hasta conoció a mi sobrina Sonia antes que yo, puesto que nació en el mes de abril y yo estaba en mitad de curso.
De Álvaro conservo el recuerdo de sus besos en la frente a la hora de la despedida, claro, es muy alto  para mí, mide uno ochenta y tres o algo así, que al lado de mi uno cincuenta y siete y medio...
Álvaro era un aventurero en esto de ganar dinero, siempre estaba trabajando de relaciones en algún pub o discoteca de moda, recuerdo seguirle a Vasarely en Juan Bravo, a Tabas, a El Club de golf, o a But en la calle Barceló, pero lo que más recuerdo fue su aventura de montar una terraza el verano que Víctor Manuel y Ana Belén popularizaron la canción de la Puerta de Alcalá, esa que casi se ha convertido en himno y que me pone los pelos de punta al oírla. Su chiringuito, que montó junto a un par de chicos más, se situó en uno de los márgenes de la mismísima puerta y se llamó sin lugar a dudas, Miralá. Creo que aquella aventura a penas le dejó para cubrir gastos, pero la experiencia le sirvió para comprender lo difícil que es tener socios y que cada uno tenga sus propias ideas. Como soy de las que piensan que las experiencias enseñan, supongo que algo aprendió, y nosotros nos lo pasamos muy bien cada vez que íbamos, además Pedro trabajó con él poniendo copas. Mi amigo Pedro, de él también hablaré, eso por descontado, pero no quiero mezclar los sentimientos que me unen a uno u otro, porque como ya he dicho, Álvaro representa la ternura en mi vida, el corazón, el motor de los sentimientos y todo lo que diga de él me acercaría más a la confusión que al esclarecimiento de lo que ambos sentimos, porque si algo tengo claro, es que si Álvaro tiene un problema en este mundo sabe dónde acudir a buscar ayuda, porque siempre estaremos ahí el uno para el otro, compartiendo como tantas otras veces lo bueno y lo malo hasta que la muerte nos separe y aun así, será tan difícil que la maldita muerte rompa lo que hay, porque lo que hay, hay.

lunes, 14 de enero de 2013

Siempre me han encantado las agendas, abrir una nueva y ver sus páginas en blanco me llena de esperanzas... no puedo evitar coleccionarlas, no me deshago de ninguna. Hay quiénes me preguntan por qué y la respuesta es bien sencilla: en ella hay vida, lo ocurrido el año anterior. Desde adolescente escribía diarios, en ellos me introdujo una buena amiga y que hoy es escritora y dirige una sede del Instituto Cervantes por mundos mucho más fríos que este... lo dejé creo  recordar a los 30 años. A partir de esa fecha mis agendas son mi memoria, en ella apunto miles de cosas y me encanta leer la de los años anteriores.

Cuadernos de Luz Sánchez, pendientera.com


Hace tiempo adquirí la costumbre de anotar el día que empiezo a leer un libro, su título y autor, e incluso a veces hago algún comentario o escribo alguna frase el día que lo acabo de leer y que también registro. Al final de año, se los libros que he leído y el tiempo que he invertido en ellos. Si uno lo he leído rápido, sin duda es que me ha enganchado... ahora voy por el tercero en los días de estreno de este nuevo año. Habrá  alguien por ahí que haga lo mismo que yo?

domingo, 13 de enero de 2013

Primeros meses

Regresando a mis memorias de aquel año 1984, cuando Eva, la chica con la que compartí piso, amigos, carrera y un sin fin de anécdotas y yo, estábamos una noche asomadas a la ventana, a aquella ventana por la que pasaban miles de coches a diario y por las noches con frecuencia transporte pesado que sólo se permite circular de noche y que va acompañado por la policía local (que por cierto la primera vez que lo vi me dio un susto tremendo, en mi tierra nunca había visto camiones tan grandes), pues una noche a mediados de diciembre, esperábamos a mi padre que viajaba a Madrid para un Congreso, y vimos a un chico muy mono debajo de nuestra ventana. Éramos dos crías y nos pusimos a tirarle piropos y escondernos. Estaba despidiéndose de alguien en un coche y nosotras seguimos diciéndole cosas, hasta que una de las veces Eva, me empujó y no me dejó esconderme, así que me vio perfectamente y me saludó con la mano mientras cruzaba la calle y subía por Martínez Izquierdo. Aún reíamos cuando llegó mi padre. 
A la mañana siguiente, que era sábado, bajé a comprar el periódico y cuando entré en el portal me encontré al portero hablando con un chico, al que desde luego no reconocí, pero el portero me sacó de dudas “¿No conoces a este muchacho? Era tu novio de anoche”. Sentí tal vergüenza en ese momento que no podría describirlo, pero él se mostró muy simpático, se presentó y me aseguró que era el chico al que decíamos piropos por la noche. Me contó que su padre vivía en el quinto piso y que realmente miró pensando que fuera él el que le estuviera llamando cuando se encontró con nuestras bromas. 

A partir de ahí Quique, empezó a ser uno de nuestro más asiduos amigos en el apartamento. Hoy en día nadie sabe nada de él, le perdimos la pista, pero tampoco es una persona que me importe mucho, se convirtió en uno de esos seres que se aprovechan de los amigos, un vampiro que cree que pedir favores siempre tiene que dar resultados, pero claro, eso lo aprendí con el tiempo. Era diciembre y nosotras dos regresaríamos a casa por Navidad, no le veríamos hasta la noche antes de irnos que apareció en nuestro apartamento para pedirnos, cómo no, un favor. Nos pidió una la llave del portal, porque no tenía, pero sí de casa de su padre y quería traer una amiga o hacer una fiesta o algo así sin que él se enterara, ya no nos daba tiempo para que hiciera una copia y nos la devolviera, así que como teníamos dos le emplazamos para que el día 9 de enero que regresábamos a Madrid, nos la devolviera. Así fue, y como nosotras éramos unas forofas del baloncesto, sobre todo del Real Madrid, y aun no teníamos tele, nos invitó a ver el partido que daban al día siguiente (Madrid - TSSK de Moscú). Yo no sé cómo estaría Eva, pero yo estaba muy nerviosa, un chico supereducado, atento, guapo y encima tan solícito. 

Al día siguiente nos encontramos en casa de su padre para ver el partido. Cuando llevábamos un tiempo dijo “creo que voy a llamar a un amigo mío que vive aquí al lado, dos son mucho para mí”. Cuando marcó el teléfono nunca olvidaré que dijo “Alvarito, cójete el culito”. Lo demás no lo escuché, porque mi corazón dio un vuelco, el nombre de Álvaro siempre fue mi favorito (mi hijo se llama así, por ello y en honor de ese Álvaro que conocí ese 10 de enero de 1985), conocer por fin a un Álvaro de mi edad me emocionaba (en canarias no es un nombre habitual, aunque en los últimos años se ha potenciado bastante). Al principio no me cayó del todo bien, y eso es algo que le caracteriza, no entra a la primera. A lo largo de los meses siguientes nos hicimos inseparables. Quique estudiaba Derecho en un centro privado, el Cisneros, Álvaro en cambio estudiaba Farmacia en la Complutense, prácticamente frente a la nuestra de Periodismo. Pasamos veladas muy divertidas, Álvaro intentó enseñarnos a jugar al Mus, pero no había manera. Eva y yo nos dedicábamos a escribirles cartas realizadas con recortes de prensa, cartas muy divertidas y picaronas que luego leíamos juntos. A Eva le gustaba Quique, a mi me gustó Álvaro, pero él tenía novia y eso levantó una barrera de respeto, amistad y confianza entre nosotros. Salíamos de marcha a discotecas por las noches, a pasar noches enteras de juerga y ver amanecer en aquél Madrid de los 80 que sonaba la música de la década, Alaska y sus mil campanas que suenan en el corazón, en el mío suenan ahora que rememoro esos años cuando gritábamos aquello de tu ni nadie, nadie puede cambiarme... pero la vida nos cambió. Bien es cierto que digo que a Quique le perdimos la pista, era un chico muy, pero que muy complicado, debía tener problemas sexuales o algo así, porque se creía que todas caeríamos rendidas a sus pies y realmente nos acosaba. Recuerdo que tuve con él una anécdota bastante desagradable, pero no la voy a contar, se que fue el principio del fin de una amistad que nunca tuvo una base sólida, ser hijo de padres separados era algo muy complicado para él, sentía una enfermiza responsabilidad con su madre que ninguno de nosotros comprendíamos, tuvo una novia que lo quiso mucho, bueno yo le conocí dos, Macris y Begoña, de esta última nunca supe más, a Macris la vi algún tiempo, pero luego se casó y también le perdí la pista.

viernes, 11 de enero de 2013

Octubre del 84


Viajamos de noche a Madrid, un 4 de octubre de 1984, y la primera persona que apareció al día siguiente, fue Raúl. Raúl es uno de los hijos de unos amigos de mis padres, de esos amigos de toda la vida, y que en algunos momentos han sido más familia que nuestras propias familias. Es un poco mayor que yo, apenas llega a un año, pero  siempre nos unieron gustos por la escritura, el periodismo, el arte... más tarde nuestras ideas políticas también convergieron, aunque eso sí, cada un o en su propio estilo. Raúl llevaba varios años en Madrid, nos escribíamos y sabíamos siempre el uno del otro, pero ahora, en aquel apartamento vivimos horas inolvidables, casi inenarrables. Estudiaba magisterio y era hermano de la Salle, pero jamás le vi como el fraile que nunca fue, porque cuando cursaba segundo curso, decidió pedir un año sabático y regresó a estudiar tercero a Las Palmas, mientras se pensaba si continuar o no en la congregación religiosa. Siempre intuí que la abandonaría, siempre supe que aquello reducía su mundo, él tenía que volar en solitario, descubrir otros caminos, y así fue. Tras dar clases en una Universidad norteamericana en Washington, tener plaza como ayudante en la Universidad de Salamanca, trabaja actualmente como profesor titular da Antropología en la Uned. Pero en aquel entonces, como contaba, regresó a Madrid tras su año sabático, comenzó a dar clases de Humanidades en un colegio privado, y mientras se decidió a comenzar sus estudios de Filosofía para doctorarse posteriormente en Antropología, única forma que existía en esos años para llegar a ello. Del colegio saltó a dar clases en un Centro de Formación Profesional en Valdemoro, donde estuvo varios años mientras terminaba la carrera y planteaba su doctorado. Bueno más o menos fue así, supongo que me quedan lapsus en su currículo, pero lo que sé es que vivimos juntos muchos de aquellos años. Le ayudé a buscar un piso de alquiler cuando abandonó el convento, y lo conseguimos en mi mismo edificio, en un segundo piso.
De nuestras charlas nocturnas frente a sendos vasos de güisqui, café y decenas de cigarros (él Coronas, yo, Camel) recuerdo las anécdotas de sus veranos como misionero en Guinea Ecuatorial, iba cargado y regresaba con lo puesto y su eterna guitarra, guitarra que tantas tardes y noches amenizó nuestras veladas con amigos. En su segundo viaje se contagió de malaria, estuvo ingresado en un hospital de Madrid y no avisó a nadie hasta que superó las altas fiebres y le dieron el alta, aunque luego tardó en recuperarse de problemas hepáticos derivados de la medicación. Siempre me dijo que a pesar de la enfermedad, sus recuerdos son muy buenos “aprendí cosas muy importantes Mayte,  fue una experiensia positiva, a pesar de estar muy enfermo, no era consiente de la gravedad, no tuve miedo a morir”. Recuerdo también durante aquellas horas como yo escuchaba con tanta pasión como la que él usaba para narrar, para contarme “jamás verás una luna tan grande, ni tan bonita como la que se ve en África”. Raúl, que además es un gran compositor de letras, tiene varias canciones que hablan de África, ahora me viene el sonido de una que emulaba a la escritora Isac Denisen en Memorias de África, decía algo así “Se de una cansión que habla de África, pero sabrá África alguna cansión que hable de mi”, también recuerdo una que trataba de una niña que no quería ir a la escuela porque quería hacer un papel en una obra de teatro y no la escogieron. No puedo olvidar las canciones de amor, o la que dedicó a esas madres de la Guerra Civil española, como él denomina “las madres de rosquete y luto”. Raúl siempre ha estado a mi lado en esos años, y siempre nos hemos hecho confesiones muy personales. No puedo olvidar a Pepe, del que también hablaré más tarde y que también es el hijo de unos amigos de mis padres y común a los de Raúl, son esos amigos que tengo desde la infancia, nos conocemos hace la friolera ya de cuarenta años, fuimos vecinos algunos años cuando éramos niños, pero la amistad ha perdurado a través de la distancia, el tiempo y las circunstancias.
Cuando Raúl se vino a vivir a mi edificio de la Calle Francisco Silvela, yo compartía piso temporalmente con una chica Suiza, Claudia, de la que también hablaré. El caso es que él necesitaba buscar a alguien para compartir piso, y dimos mi teléfono de contacto y yo daba citas para visitarlo. En una de esas llamadas apareció Alexandro, un chico italiano, que estaba locamente enamorado de una madrileña llamada Susana, con la que hoy está casado y tiene tres hijos, al menos mientras escribo. Alexandro y Raúl no sólo congeniaron, sino que a ambos nos abrieron una nueva puerta hacia la amistad, hacia un nuevo grupo de personas con las que compartir una nueva etapa en nuestras vidas. De esa pandilla conservo como oro en paño a Vega y a Nieves, sin olvidar a Alex y Susana, a las hermanas de esta, Silvia y Sara, al novio de Silvia, Carlos (hoy su marido), a Óscar (Cosqui para mi, y uno de los hombres con los que pude haber compartido mi vida, pero que tampoco fue), su hermano Javier, otro Carlos, Mónica, Natalia la chica, su marido Chema, Roberto, Marta, Miguel... pero ese grupo de amigos apareció en mi vida a principios de los 90, y hasta entonces hay mucho que contar.
Se que con Raúl he vivido ocasiones que contar se me harían eternas, pero recuerdo una vez que fuimos a un pueblecito de Toledo, donde se casaba una prima suya y él era el padrino, vivimos horas intensas, en una tarde gris oscura, bien diferente a las nuestras en los días de caluroso verano en Las Palmas. Horas de charla, tabaco y alcohol, profundas reflexiones que siempre salían de nuestros corazones y que a veces nos hacían llorar. En esa ocasión yo había roto con Alberto, un hombre que marcó mucho mi vida y por el que seguía sintiendo rabia, dolor, impotencia y un algo de amor, así que asistir a una boda no era lo que más deseaba en ese momento, además nunca me han gustado realmente las bodas, pero eso es harina de otro costal. Lo que si quiero dejar claro es que Raúl ha representado y representa en mi vida la reflexión, la filosofía perdida, las vueltas de las cosas, él es pura pasión, otra cosa que ha aportado a mi personalidad y que permanecerá siempre en mi interior, porque él te habla de las cosas con pasión, hace las cosas por pasión y por pasión pierde a veces el norte que su razón le hace recuperar. Por tanto tengo de este amigo esas dos cosas, pasión y reflexión. En algún lugar leí una vez que los amigos que uno tiene no son por casualidad, que son tus amigos porque en el fondo algo se parecen a ti, y así es como me explico tener amigos tan diferentes, cada uno posee algo de lo que a veces flaqueo o me ofrece todo aquello de lo que carezco.
Recuerdo salidas nocturnas por el Madrid de los 90, en el panda de Raúl, ¡Menudas locuras!, luego terminar en mi casa o en la suya de la calle Montesa, donde se mudó un tiempo después con los hermanos Víctor y Fran, dos grancanarios que también compartieron algunos años de nuestras vidas. Allí Raúl y Víctor sacaban la guitarra y nos poníamos a cantar y seguíamos tomando copas hasta el amanecer...
Raúl siguió su camino, terminó su doctorado Cum Laude, se fue a Washington siguiendo su instinto y allí ha vivido otras aventuras vitales que cuando me cuenta me traslada a su mundo por la pasión que pone en ello. Hemos estado unos años algo perdidos, pero es normal, yo paré, hice el nido definitivo y él ha seguido volando en busca de su nido ideal, pero nos encontramos y nos volvemos a poner al día de esos momentos lejanos. Me viene también a la mente paseos por El Retiro, leyendo bajo los árboles y aprovechando los primeros rayos de sol de mayo, debo tener alguna foto en mi caja de recuerdos, lo importante de nuestras vidas, de nuestra amistad es saber que siempre queda algo por venir, siempre quedará algo nuevo que compartir... ahora con casi todos nos enredamos a través de internet y así se nos hace más corta la espera.
A lo largo de casi todos aquellos años Raúl estaba siempre cerca, fuimos juntos a alguna manifestación, al cine, a comer o cenar sin motivos que celebrar, a cafés emblemáticos por el hecho de estar allí... a la Feria del Libro, de compras, nos apuntamos juntos al carné de conducir y él lo sacó, yo sigo sin tenerlo. Le lloré cuando perdí a los hombres que creía a amar, me animó a dar pasos que sola no habría dado. Ahí está forjando aun su futuro y allí estuvo forjando el mío y ahí estará, está.

jueves, 10 de enero de 2013

Me he atrevido a hacer este blog porque hay mil cosas que me gustaría compartir públicamente y que  a veces una no encuentra el foro adecuado para hacerlo. Quienes me conocen saben que escribir forma parte de mi vida, forma parte de mi personalidad y por tanto renunciar a ello sería como amputarme una parte vital de mi organismo. Pero quiero también pedirles que participen, que expresen sus ideas, que critiquen lo que escribo, que hagamos debates, porque discutir es otra de las cosas que me encantan, siempre teniendo en cuenta el lado positivo de todo ello... jajajjaja.
He creado una página  a la que he titulado `Desde el tercero G´, es una especie de biografía de lo que fueron mis vivencias durante los años de carrera y la década que viví en Madrid, me queda muy lejana, me parece que fue una vida que vivió otra persona por mí.  No si si alguien tendrá esa sensación de lo vivido veinte años atrás... pero rebobinar, no solo es agradable, a veces también duele traer los recuerdos al presente y es un ejercicio harto difícil. Quisiera pedir perdón si me olvido de alguien, si dejo atrás anécdotas que han podido ser importantes para quienes compartieron conmigo esos 11 años en el apartamento en el que acumulé sueños, libros, periódicos, revistas, cartas, postales, frases por las paredes, póster, fotos... personas, polvo en la moqueta, manchas de vino y humo en el techo... recuerdos que como pompas de jabón se perdieron en el tiempo y que ahora que han dejado el cerco en el alma, piden que las airee, que las deje salir... brindo por todos y todas las que compartimos noches en vela, juergas, llantos, borracheras, placer, dolor, estudio, filosofía, liturgia, visiones de futuro... por quienes están, por quienes estuvieron, por quienes hubieran podido... fue triste levantar aquella casa, fue triste dejarla atrás, y es ahora nostalgia hecha orgullo cuando me dicen que al pasar siempre miran a mi ventana, siempre miran el portal, o incluso quienes siguen viviendo allí, que al pasar siempre miran de soslayo y dicen que creen verme en los pasillos, que miran la puerta del tercero G y consideran a sus nuevos inquilinos como okupas... ellos si que son okupas de mi corazón. A algunos les tengo aquí en Gran Canaria, y sobran motivos y palabras para expresar lo que una no puede expresar...

miércoles, 9 de enero de 2013

Madrid


Cuando me marché a estudiar dejé atrás el corazón. Sí, dejaba en Las Palmas al amor de mi adolescencia, Oswaldo, ese amor que nunca me correspondió de la misma manera, ese amor que ni siquiera las cartas o los regresos vacacionales consiguieron que funcionara. A veces pienso en él, lo que fue, lo que no fue y lo que pudo haber sido. Mi hermana Elena tuvo más suerte que yo, Ricardo era uno de los amigos de Oswaldo, de hecho le conocí por él, mi hermana la primera vez que vio a Ricardo pensó “ese es el hombre de mi vida”, ella tenía 14 años, yo 13, y Ricardo fue el hombre de su vida, con él tiene dos hijos maravillosos y juntos han andado el camino de la vida.
Cuando regresé de Madrid allá por el año 1993, dejaba el corazón allí, y tampoco la suerte me acompañó, o el destino. Intenté buscar a Oswaldo, retomar la vida que mi traslado interrumpió, pero la distancia, la vida no interrumpen que los acontecimientos sigan su curso... Oswaldo tampoco correspondió a mi desolado corazón, la verdad es que era utópico esperar que me esperara... Pero el destino me puso delante al gran amor de mi vida, a ese hombre que no era “un canalla”, como aquellos de los que me enamoraba cuando era más joven. Camilo es y era la madurez de mi vida, mi norte, mi equilibrio, el padre de mi hijo, el que me aguanta a diario y respeta mi nostalgia de ese pasado que nunca volverá...
Madrid ya no significa lo mismo para mí, es otra, quizá hasta tengo algo de miedo de ir de visita, los amigos siguen ahí, pero cada uno tiene su vida, pasó la época de las marchas, los exámenes, las confesiones... ahora todos nos enfrentamos a ese futuro que nos daba tanto miedo... Quizá por eso ahora necesito escribir todo aquello, quizá porque ahora que estoy tan desesperada sin trabajo tengo más tiempo para pensar, más tiempo para echar de menos algunas partes de esa vida que vivimos, otras he de confesar que no, pero esas otras, como dije, no las contaré por respeto hacía los demás y hacía mi misma.



martes, 8 de enero de 2013

La Primera Guerra del Golfo


Hay cosas que nunca cambiarán y es triste pensar en ello, en el año 1991, en enero, me fui con mi amigo Raúl a la manifestación contra la participación de España en la Guerra del Golfo, un mes y 12 años más tarde  fui a otra manifestación aquí en Las Palmas, en contra de eso mismo. Recuerdo la madrugada del 17 de enero del 91 pegada al televisor y temblando con la posibilidad de aquella guerra, guerra que no existió y que nos emitió la cadena norteamericana CNN, casualmente la única que pudo quedarse en Irak. Ahora a vueltas de lo mismo, una década más tarde y en nombre de Dios y para salvar al mundo de los malos musulmanes, terroristas y demás calificativos injustificables... los americanos estaban allí, lanzaban octavillas a la población civil avisándoles de las consecuencias de la guerra, hablaban de “guerra bacteriológica”, y a  una le cuesta creer que eso exista, que el ser humano sea tan estúpido como para desarrollar aquellos virus por los que tanto luchó y exterminó. Será mejor que vuelva a evadirme en mis recuerdos, esos de los que tengo tanta necesidad de rememorar. Sin embargo, no quisiera dejar de lado mi presente, acecha el medio siglo, llevo quince años casada, tengo un hijo de casi catorce y más de dos años buscándome la vida como autónoma… han pasado la friolera de casi 30 años después de que empezara a estudiar periodismo y el destino me llevara hasta la calle Francisco Silvela, allí entre las calles Juan Bravo y Montesa, frente a la Avenida de los Toreros, aquella calle inmensa, tan grande como nuestra Avenida Marítima... desde aquel tercero G donde contemplé el mundo, aquél mundo parcial ...
Se me agolpan las ganas de escribir, las anécdotas que contar y debo dosificar mis fuerzas porque mi mente va más rápido que mis manos, y porque pensar no ocupa tiempo, pero escribir precisa de espacio, tiempo, lugar...

Desde el tercero G


Siempre me gustó contar cosas, hablar con mis amigos a altas horas de la mañana, pero ya no lo hago. Podría justificar que estamos lejos, que yo he regresado a casa, que desde hace quince años retorné a mi Las Palmas natal dejando atrás Madrid, su bullicio, sus gentes, mi apartamento...
Mi amiga Nieves hace tiempo que me dice: “deberías escribir un libro sobre el tercero G”. Mi amigo Raúl siempre me apoyó en mi deseo de escribir, me decía “como Scherezada, cuenta historias para no dormir”, ese amigo fiel con el que compartí sueños, con el que juntos decidimos formar “la generación del 92”, y que merecerá capítulo aparte.
No sé si le interesará a mucha gente, pero lo que sí sé es que mi memoria retorna con frecuencia a aquellos años 80. Recuerdo cuando llegué para instalarme e ir a la universidad, que hacía unos días había muerto el torero Paquirri y no se hablaba de otra cosa. En el avión que me llevaba expectante a mi nuevo destino, la mayoría de pasajeros desplegaban las revistas del corazón con la noticia de su muerte y las morbosas fotos y demás parafernalias relacionadas con ese triste acontecimiento, pero que la verdad, a mi ni me iba, ni me venía, los canarios no nos lucimos por tener afición a los toros, de hecho en nuestra Comunidad están prohibidos. Recuerdo aquella entrada triunfal con las compañeras con las que iba a compartir piso, ellas no lo conocían puesto que lo habíamos alquilado mi padre y yo un mes antes. Recuerdo que sólo íbamos a ser dos, pero se nos colgó aquella loca, que estudiaba arquitectura o algo así, fue un compromiso, pero que duró bien poco porque desde que empezó a traernos tíos a casa sin avisar, compañeros de estudio y demás fauna posmoderna de la época, le dijimos que se marchara, el apartamento no era lo suficientemente amplio para las tres y sus inesperados invitados a comer, dormir, oír música a todo tren y lo que era peor a estudiar en un solo salón...(parece la canción de Sergio Dalma).

Mi facultad, ahora la echo de menos y cuando la vi en la ópera prima de Alejandro Amenábar, en Tésis, me subió la adrenalina y la nostalgia hizo mella, y eso que no viví mi facultad mas que como el lugar donde iba a escuchar clases, (a veces), donde iba a examinarme, el lugar que era mi camino a la fama, (esa que nunca he conseguido a pesar de poseer un buen currículo)... No soy como mi adorado Joaquín Sabina que en una de sus canciones afirma que “cuando me hablan del destino cambio de conversación”, para mi el destino me tenía guardadas muchas sorpresas.

Habrá muchas cosas que no escribiré, cosas que jamás contaré, porque el respeto, el silencio y las confesiones recibidas bien lo merecen, y aunque mi recuerdo a veces de las cosas también está deformado, procuraré ser lo más fiel posible a mi memoria.

Lanzamiento

Lanzado el blog de Mayte Martín Martín el 8 de enero de 2013.